Que inseguridad la del hombre contra los elementos.
Mañana de julio en sábado tornado en playa de Monte Clérigo. Estación perfecta para surfistas de trato amable. Playa ancha y arena fina. Oleaje encabritado. Pero asimilable para cualquiera que maneje la tabla con cierta elegancia.
Tres chavales alemanes pienso por el ademán. En suspiros inesperados de orgullo y vanidad se vieron impulsados por la corriente que los arrastraba mar adentro. En un desliz de raciocinio femenino una muchacha los llamaba. Increpaba el sano juicio ante una subida elemental de testosterona.
Los guayabos adolescentes ya en su arrastre imposibilitaban la acción de la buena onda. Y las olas seguían arrostrando el pensamiento hacia el profundo suspiro de una batida final.
Entre el clamor de la muchacha emergieron las figuras de tres socorristas dispuestos. Dos de ellos se lanzaron aprovechando la corriente para dar caza a las tablas desgobernadas. Uno de ellos quedo observando la escena y las demás secuencias de la misma playa. En unos minutos de sereno nerviosismo todo bajo control.
En un soberano instante con las condiciones apropiadas todo un universo puede cambiar. Por eso pienso en la próxima cerveza que voy a saborear mientras espero la comida y contemplo el mar. En algún lugar poniente sigue cayendo.
Mañana de julio en sábado tornado en playa de Monte Clérigo. Estación perfecta para surfistas de trato amable. Playa ancha y arena fina. Oleaje encabritado. Pero asimilable para cualquiera que maneje la tabla con cierta elegancia.
Tres chavales alemanes pienso por el ademán. En suspiros inesperados de orgullo y vanidad se vieron impulsados por la corriente que los arrastraba mar adentro. En un desliz de raciocinio femenino una muchacha los llamaba. Increpaba el sano juicio ante una subida elemental de testosterona.
Los guayabos adolescentes ya en su arrastre imposibilitaban la acción de la buena onda. Y las olas seguían arrostrando el pensamiento hacia el profundo suspiro de una batida final.
Entre el clamor de la muchacha emergieron las figuras de tres socorristas dispuestos. Dos de ellos se lanzaron aprovechando la corriente para dar caza a las tablas desgobernadas. Uno de ellos quedo observando la escena y las demás secuencias de la misma playa. En unos minutos de sereno nerviosismo todo bajo control.
En un soberano instante con las condiciones apropiadas todo un universo puede cambiar. Por eso pienso en la próxima cerveza que voy a saborear mientras espero la comida y contemplo el mar. En algún lugar poniente sigue cayendo.
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