Entre los dedos de mis manos con la impaciencia de un nervio por resolver. Confisco los minutos y sobre la cara de un atardecer, encendí el flexo de la reflexión. De soslayo rozé el abrecartas y un punzón agudo sobre los resortes del corazón, removió el lacrimal de mi sino.
El silencio conmovió la estancia pero las horas de estudio recargaron el instinto de la vida pertrechada. Segui removiendo de lugar los objetos, hojeando los papeles. Desperte los instantes que yacían anestesiados entre los anaqueles. Como el frío impacto de bala fui revisitado por las fotos. Desvestidas alguna de ellas de sus colores primigenios. Con la vitalidad curiosa del que aprende, persevere en el repaso de los objetos y papeles como el que no quisiera olvidar al hombre que fuí.
Tomar constancia de la distancia. Por imprecisa que pueda parecer. Difusa aseveración de un tiempo pasado, asir con la férrea voluntad del destino por hacer y así, objetivar el ego en el tiempo. Sin obviar los cimientos del que fui. Repasando los silencios y métodos del primigenio cuartel donde comenzé a construir al hombre q no fuí. Donde con el encanto del poema buscaba las razones románticas para seguir creyendo en las ilusiones que construí.
Así otro año más deambulan las emociones y los mitos. Las esencias embarcadas esperando la partida. Los pensamientos rumbosos esperando el momento preciso de ser utilizados. Las hojas inhóspitas deseando filtrar los poemas y las frases válidas. Recopilación de hojas escritas y renglones vividos para sacarlos a la luz con la fuerza de un maquillaje de tiempo y actualización.
Esas minucias sencillas son las que dan consistencia a todo el entramado vital que hábito. En ese mundo, despacho de iluso, es donde habita la ilusión del poeta de luna y del descreído de la mayor parte de las historias que cuentan.
De ese lugar parten los sueños que me pueblan. Las ilusiones que me alimentan y la historia que acompaña mi existencia de cuarenta y dos capítulos formados.
Sólo espero seguir teniendo la creatividad necesaria para escribir al menos otros cuarenta y dos capítulos más.
2 de diciembre de 2012.
El silencio conmovió la estancia pero las horas de estudio recargaron el instinto de la vida pertrechada. Segui removiendo de lugar los objetos, hojeando los papeles. Desperte los instantes que yacían anestesiados entre los anaqueles. Como el frío impacto de bala fui revisitado por las fotos. Desvestidas alguna de ellas de sus colores primigenios. Con la vitalidad curiosa del que aprende, persevere en el repaso de los objetos y papeles como el que no quisiera olvidar al hombre que fuí.
Tomar constancia de la distancia. Por imprecisa que pueda parecer. Difusa aseveración de un tiempo pasado, asir con la férrea voluntad del destino por hacer y así, objetivar el ego en el tiempo. Sin obviar los cimientos del que fui. Repasando los silencios y métodos del primigenio cuartel donde comenzé a construir al hombre q no fuí. Donde con el encanto del poema buscaba las razones románticas para seguir creyendo en las ilusiones que construí.
Así otro año más deambulan las emociones y los mitos. Las esencias embarcadas esperando la partida. Los pensamientos rumbosos esperando el momento preciso de ser utilizados. Las hojas inhóspitas deseando filtrar los poemas y las frases válidas. Recopilación de hojas escritas y renglones vividos para sacarlos a la luz con la fuerza de un maquillaje de tiempo y actualización.
Esas minucias sencillas son las que dan consistencia a todo el entramado vital que hábito. En ese mundo, despacho de iluso, es donde habita la ilusión del poeta de luna y del descreído de la mayor parte de las historias que cuentan.
De ese lugar parten los sueños que me pueblan. Las ilusiones que me alimentan y la historia que acompaña mi existencia de cuarenta y dos capítulos formados.
Sólo espero seguir teniendo la creatividad necesaria para escribir al menos otros cuarenta y dos capítulos más.
2 de diciembre de 2012.
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