Artículo publicado en el periódico digital La Opinión de Trujillo el 24 de Julio de 2013
Veía de lejos lo acontecido. De lejano poniente llego la inquebrantable determinación. Sin escapatoria, no pudo más que tomar la decisión de su vida, a pesar del costo moral y del montante económico negativo.
En el parte de la tarde, los indicadores caprichosos de la economía contrastaban con la realidad que el día a día le hacía sugerir el crack. No era fiel reflejo el porcentual que indicaba que en junio había aumentado el turismo extranjero en España. No le valía ni como excusa para saciar los indicadores anuales que a él le marcaban sus horas y su microeconomía de subsistencia, a pesar de llevar más de veinte años en el sector, uno de los que sustentaba el capricho de la isla llamada Menorca. Sector que como antaño movía gran parte de la economía isleña. Como el revuelo de la disidencia quebró su acción después de años luchando, no tenía más remedio que echar el cierre.
Sintió el peso familiar echarse sobre su espalda y las lágrimas reventadas en la soledad de su infortunio.
No era cuestión de echar la culpa a la rivalidad entre 'Maó' y 'Ciudadella'. Ya no era motivo el cambio de capitalidad después de la dominación británica en el archipiélago. Tampoco evidenciar el apoyo turístico hacia 'Ciudadella'.
Era tan sólo un espejismo, un vulgar quebranto que impedía ver el futuro con precisión. Como el viento de tramontana que fustigaba su espíritu, que hacia de su lacrimal problema de lágrimas en las calas de su presente.
Acongojado e insatisfecho besó a su mujer y contemplo el atardecer de la tarde como preámbulo de la decisión. Cerrarían el local que con los años de crisis no pudieron reflotar. Las calderetas de langosta serían recuerdo imborrable del sabor de los buenos años.
Queridos lectores, como sabrán, decidí escapar del ruido de la ciudad y de la algarabía de los problemas mundanos. Esos que nos hacen desviar la mirada de lo sencillo por avatares más complicados. Quisimos la placentera magia de Menorca. Pero, agárrense los machos, no todo es tan epicúreo y fácil como quieren mostrarnos. La realidad golpeó la verdad que nos vendían. Sabíamos de la tranquilidad y de la calma de la isla, pero no adivinábamos la realidad más cruda y cruel sostenida en el espanto de familias como la que he descrito en los párrafos primeros.
Existen innumerables negocios cerrados, abandonados al descrédito del gobierno que los ha dejado varados en las playas del sector servicios.
Existen innumerables negocios cerrados, abandonados al descrédito del gobierno que los ha dejado varados en las playas del sector servicios. El verano inane se ha mostrado desesperanzado. La radicalización de los números dirigidos o camuflados contrasta con la cotidianidad de las cuentas caseras. Y si el sector servicios se ha contagiado del virus de la península no quiero presagiar donde irán los veleros que atraviesan nuestra mirada.
Así qué, a pesar de la política inmóvil de nuestro ejecutivo, y de los ecos de cifras con las que nos aturullan, el invierno puede ser un infierno de los que hacen época. Imagino que tendrán que dar movilidad al capital y sobre todo a las empresas pequeñas que sustentan familias y el impago de sus clientes, no les hagan caer en el abismo del IVA. Catarata que arrastrará a las pocas empresas que quieren funcionar. Incluso de la que muchos socios quieren escapar al ver el barco sucumbir por la imagen del que todo lo puede. Prefiriendo dejar en agua de tiburones a la embarcación que le sirve para hacer de su gran barco la imagen del que todo lo puede. Cuando en verdad son sólo piratas, como el gobierno, los empresarios que dejan hundirse sus pequeñas barcas para que la barcaza de imagen y opulencia siga adelante.
Me despido de ustedes, con la virtud del disfrute veraniego que, el invierno llegará y los pechos desnudos se esconderán entre los ropajes del miedo. Antes de que esto suceda me tomaré un buen tentempié y me alimentaré del sol de la isla.
Disfruten de mi ausencia, hasta la semana que viene. Y por supuesto, agárrense los machos.
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