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Elvis y las basuras


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Articulo publicado en el periódico digital La Opinión de Trujillo. El  20 de Agosto de 2013


Pensar que los mitos se van jóvenes. Pensar que hay un club de leyendas que coincidieron en sus veintisiete años, cuando abandonaron modo mundo.
Pensar que uno de mis referentes precisamente un día como hoy (16 de agosto de 2013) del año 1977 nos dejó. Pensar que tenía 42 años, la misma edad que yo estoy pasando en esta travesía vital. Pensar que alguna vez creí que yo moriría con 33, como un Cristo redentor absolviendo mis pecados y despojándome de cualquier desfase como un mítico rockero.
Así, Elvis vaga en la conciencia de los ilusionistas desde la fatídica fecha. Anestesia los malos momentos con su negra estrella, con el ardiente corazón de los nobles de espíritu. En ese tamiz por el que reflejó en su voz la mezcla de estilos de un tiempo raro, hostil más bien. Por un lado, la osadía de los reflejos mundanos del alma negra, la pasión escondida del blues; los cantos relegados de los negros con el ánimo inmortal de los cánticos góspel y la fe de los derrotados. Por otro, la tradición blanca a caballo del country y su rancia cultura, el privilegio del hombre blanco sobre la sumisión del hombre negro. De esa fusión Elvis salió vencedor. Gracias a ello todos vencimos.
En una sociedad, en exceso, plagada de pazguatos, tantos como hoy, Elvis supuso un aire revitalizante y una tabla de salvación para los jóvenes de su época. Tanto como un salvoconducto para los melómanos de hoy.
Difundió el lenguaje universal del rock, creado unos meses atrás pero macerado y madurado por su presencia, hermanando a los hombres tal y como siglos atrás lo intentaron hacer las religiones. Agrietando a una sociedad de posguerra anquilosada en principios puritanos y de doble moral que han arrastrado hasta nuestros días. Por eso, no viene mal un desorden de rebeldía que azote las conciencias y nos saque de nuestro letargo. Ciertas dosis de inconformismo ante el sistema establecido, sin llegar a los derroteros del anárquico libertinaje.
Como reducto igualmente, para perdedores con sonrisa de ganadores, abrió todo un hotel para corazones rotos. Salvaguarda y salvoconducto de un estilo y un modo de concebir la vida. Acariciando al perro de presa que atisbaba la brisa fresca del ritmo y la provocación.
Con esta actitud, la civilización actual confunde los visos de los movimientos de la pelvis de los seguidores de nuestro admirado mito. Ante esta represalia de hipocresía, como el puritanismo arcaico que asila y asola muchas conciencias trasnochadas, los conceptos se hacen equívocos y la mala educación campa por doquier.
Este fin de semana huí de la gran ciudad para mitigar mis cuitas en la tranquilidad del requiebro del gozo de mi tierra. Visite la dehesa y me zambullí en las pozas cercanas al corazón de mi hogar.
Como en un campo de reyerta pude ver la escasa concienciación de los que visitan la naturaleza extremeña. No quiero indicar el lugar exacto porque prefiero el anonimato del lugar para preservar su encanto y su mágica estampa. Lugar que revisité después de tantos años. Incrédulo contemple, al igual que semanas atrás en las Hurdes, los excrementos de plástico del ser humano por doquier. Menos mal que esta vez no hallé cristal. Pero, lejos de quejarme a la autoridad de oídos sordos y burocrática mirada, con la inestimable ayuda de mi amigo José Luis recogimos lo que pudimos. Pero hubiéramos podido llenar más bolsas si las hubiéramos tenido.
Esta hombría característica del macho o de la hembra ibérica es lo que descalienta y desconcierta después con su preocupación medioambiental. Choca de una manera alarmante que por cualquier zona de España, el campo, la costa o cualquier paraje natural se vean insultadas, amenazadas y heridas de incontrolable forma, creando una grieta de constante fractura cultural en la dermis hispana.
Hay una evidente quiebra en los poros de la piel del español que habita un territorio tan impresionante como el que tenemos el gusto de sentir. Como también hay una desconsideración maldita en los conceptos y hacia los valores de respeto y conservación, algo que las nuevas generaciones van mamando en un botellón cíclico y cnvirtiendo el territorio es un estercolero al placer de la plaga más terrible: el hombre.
Da gusto sentirse joven, rebelde y libre, pero los valores no deben perderse como tampoco lo hizo el rey del rock and roll inculcando dentro de su impacto en la sociedad, el amor maternal, el respeto a sus mayores, la amistad etcétera. Aunque cayera en el abismo de las drogas y los vicios que a la postre marcaron su epitafio, tal día como hoy. Aunque para muchos, Elvis siga vivo en la conciencia de nuestras vidas.
Espero la concienciación de los equivocados rebeldes que con su falta de valor y por motivos de huevos hieren el territorio y cancelan egoístamente el privilegio de las futuras generaciones, y por ende, de la nuestra, hiriendo la visión idílica de los que respetamos la naturaleza y valoramos su grandeza. Para que luego, en rito tabernario se quejen de las proezas de los políticos y se vanaglorien de sus posesiones, como domingueros vanidosos de penitentes procesiones de plástico y basura.
Disfrutando de un buen rock me despido ya, para suspender mi enfado. Disfruten de mi ausencia hasta la semana que viene, como disfruten de la naturaleza con el respeto valioso por bandera como si fueran sus mayores o sus hijos.
Kerouac97@hotmail.com


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