Con irónico pulso y labia 'a lo Brassens' nos percatamos de este mes de agosto. Lo vivimos con la sonrisa como cuando "se aproxima esa música militar que nunca me quiso levantar, yo me quedo en la cama igual".
No es para menos, entregarnos al pan y circo de las fiestas y verbenas donde evadirnos en dispersiones. Cruzar con cubata en mano y sonrisa fresca la alborada como siempre jóvenes. Como siempre libres. Estampar un verso en un papel y bañarnos en la etérea noche del verbo repartido. Dejar atrás la materia de un problema recorriendo la senda del abrazo constante del ocio encaramado a la prestancia de una actitud.
Todo esto, esta muy bien. Pero no hay que olvidar la presencia chulesca y cuesta arriba de un septiembre con visos de resaca y de pavor. De canallesco suceso que ni con un ripio se haría excelso. Noches tabernarias y de sueños por descubrir velados por la realidad del tañir de campanas. Ritos de colegios y universidad. Paradojas de un futuro por ver.
Quiero tratar con la preocupación de unas tasas por cubrir y unos precios a los que sorprender que, la imagen de la dicotomía universidad privada versus pública poco tiene de importancia si miramos objetivamente la evidencia. Nos arrastran hacia una campaña de imagen y lavativa en la que nos quieren hacer ver que para tener un futuro mejor, tienes que ser universitario. Se que esto siempre ha pasado. Pero, era más una cuestión familiar, de valores. Las ansias de padres por dar mejores frutos. De ansiar lo que no tuvieron etcétera. Pero eran otros años y otra sociedad. Ahora es, un pulso constante en los medios y en las clases políticas. Es una necesidad como tantas otras que nos crean. Es una suculenta tajada que se quieren engullir los mismos ansiosos de siempre.
La realidad se encargará de poner las cosas en su lugar. Ojo, que yo siempre pienso que la cultura no se debe dejar de en el lado más apartado, en el lumpen de nuestra existencia. Debe crecer con nos. No arrumbarla en el desfiladero de las consecuencias del descuido. Que la capacidad de cada hombre por aprender debe ser un derecho considerado y cuidado. Aseado en la propia génesis de la sociedad en la que se encardina. Que la sumisión al poder no deba ser obsecuencia a lo establecido. Que nuestra única arma cargada de futuro es la cultura y la educación.
Aunque en estos tiempos debe ser considerado por cada individuo como un hobby o incluso como necesidad pero difícilmente, que el realizar una carrera será tu carta de salvación para obtener un modo de trabajo el día de mañana. Al menos, la realidad lo evidencia con la claridad de los datos y las cifras.
El descenso del número de estudiantes es consecuencia directa de la crisis.
El descenso del número de estudiantes es consecuencia directa de la crisis. Las vocaciones se siguen dando. La objetividad de plasmar el título en algo parecido a lo estudiado cada vez son más remotas. Muchos de los licenciados en arquitectura, ingeniería están poniendo copas o trabajando en el equilibrio de la parcialidad y de los contratos temporales en puestos inverosímiles que años atrás quizás se mofaban al pensar en ellos.
Las oleadas de migración por parte de una generación sobradamente preparada, hace poco fiable que los actuales universitarios puedan trabajar en aquello para lo que estudian. Así que, pensando con cierta objetividad y distancia, hay que escoger otros caminos. En mi época, cuando yo estudie, levantabas una piedra y allí había miles de licenciados en empresariales o en derecho. Dos carreras de mayor permeabilidad y adaptabilidad al devenir societario.
Dosis de oficio y horas para aprender una profesión. Fomentar la asimilación de lo que era la formación profesional. Las instituciones garantes de un desarrollo de estos campos haría de nuestros jóvenes futuros profesionales que, hoy en día las universidades no se pueden permitir con sus cantos de sirena. Tampoco pueden vendernos el nirvana de la universidad privada porque sus convenios con empresas y bolsas de trabajo no serán capaces de absorber esa demanda. Quizás, unas prácticas remuneradas para comprarte el café diario, la prensa semanal y a lo sumo el abono transporte, es a lo que se podrá aspirar. Y más, si al tejido social lo sigue estrujando la patronal y su juego de ahorcados o de hundir la flota y la inanición de los sindicatos.
Con esta visión realista aprovechen la ensoñacion del verano para cerciorar y buscar buenos consejos. Entre copas o sarcasmos. En la tasca o en la apretada tabernilla. O en el paseo tardío entre la paciencia de unas pipas asegúrense Quizás, lo que nos vendan sea un gato disfrazado de conejo. Resuelvan la disparatada ecuación del acertijo y disfruten de la vida. Al igual que disfruten de mi ausencia. Al menos hasta la semana que viene.
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