En el desconsuelo de la gran ciudad encontraba la perdición de su laberinto. Joven y hermosa. Templanza de pecado y un pasado tenebroso hizo de si la huida necesaria. Del pueblo marcho siendo la reina del lugar en busca del porvenir negado. La urbe concedió su lado tenebroso y los problemas eran canción de cada día. Vuelo sin motor cundió desesperación. En los brazos equivocados se encontró y las drogas toparon con su ingenuidad.
Once meses después el llanto de un niño acompañó sus lagrimas en el ocaso de un frío mes de Enero. Vestigios de inocencia volvieron a dar sentido a su realidad. La fuerza de su criatura fue el alimento y aliciente para romper con el drama de su tormento. Amaneció la incertidumbre y el lamento, el temor y la ilusión. Una nueva misión en la que apoyar y doblegar su vida de mentira.
Comenzó a trabajar en un oficio más digno que el anterior y la audacia de su gesto hizo de su fe, la fuerza y el valor necesario para seguir luchando. Conoció varios hombres pero la desconfianza era asignatura aprobada. Así pues ninguno la convenció. En este baile de perros un señor viudo apareció. Un infortunio le golpeo y la muerte le robo su amor bastante joven. Cuarenta años en la frialdad de su rostro. Veintiocho años y un niño en la contrapartida de la mujer. El inicio de una amistad con las ruinas de la soledad como común denominador. El le ofreció su amistad y el abrazo del confort. Meses después el amor triunfo. El siempre aparecía en los momentos necesarios. Si tenía problemas no hacia preguntas. El solo respondía. Su compañía era la suma de lo positivo para cada uno. Y por fin comprendieron.
El siempre rogaba, susurraba:"déjame ayudarte".
No permitía que la tristeza fuera motivo de derrota en los ojos de ella. Insistía en que podía ayudarla. No debía preocuparla porque lo que era bueno para ella le haría bien a él. Como ella había encontrado su lugar en el mundo. Tenía un motivo para luchar. Para ilusionarse y vivir: ELLA.
Habían conseguido derribar los muros de la soledad con las catapultas de su amistad hecho amor. Al ir a dormir en los sueños se encontraban con mayor frecuencia. En sus abrazos lo decían todo. No olvidaba que una simple llamada era motivo para reencontrarse. Su hijo encontró al padre que no tuvo y el al hijo que no concibió.
Del fracaso de tres existencias solas formaron la unidad del amor entre las cumbres borrascosas y la plegaria arrepentida de la gran ciudad.
JaviJerryLee@26enero2015
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