Probable próximo artículo para el periódico digital La Opinión de Trujillo pero en espera de modificaciones. Agosto.
Volvió para instalarse de nuevo en el ordenador. Las teclas le recibieron complacidas. Arqueó una ceja como el arquero presto en la batalla y se sumergió en la cotidianidad de la labor.
Atrás quedaron los sueños por hacer pero la carga de la ilusión seguía intacta y ese era motivo suficiente para avanzar. La ciudad rigurosa estaba medio vacía, suficiente impulso para aguantarla. Ya que muchas veces, en otra época del año era como una señorita mal criada con signos de grandeza y caprichos de alta cuna. Con la soberbia de las urbes pobladas, de mayor muchedumbre de la que sería aconsejable, y olvidada la calma por unas manecillas de reloj aceleradas.
Recordó los tiempos en los que los minutos eran suyos y estaban a su disposición. Esa era la verdadera libertad. Sonreía para sí al disfrute del recuerdo. Tal y como se vinculaba la modernidad con ciertos valores perdidos. Recuperando lo sencillo como vínculo primario para obtener calidad de vida. El lento paso de los segundos y la caricia para degustar los momentos y ver aniquilado el estrés que era razón de vida y causa infartada de suicidas lamentos.
Recuperando en los áticos y azoteas los huertos urbanos como señal de progreso hacia lo auténtico de unas raíces pérdidas en la incomprensión de unas prisas innecesarias. Adaptando la actitud de vida hacia un materialismo menos necesario. Quizás a consecuencia de una crisis programada o de un ataque de la clase dirigente al talón de la clase media. Loado sea pues el efecto en las personas y asociaciones que plantan cara pues a esta afrenta histórica que pretende de la explotación su razón de ser. Consensuado las técnicas para el acoso y derribo. Terciando en su intento leyes de un talante inconstitucional y elevando las desigualdades a la sonrisa maquiavélica del que dice que para progresar hay que bajar los salarios, mientras los consejeros de empresa, los directivos de la banca y empresas de suministros elevan su cache y multiplican sus emolumentos. Ver para creer. O quizás mientras el clan político catalán ose con una fundación pregonar la ética como modelo a seguir, sin mentar los millones de euros que han evadido y que han depositado en paraísos fiscales. Por no hablar de los empresarios que aniquilan con sus deudas al pequeño y mediano capataz, con la impotencia cabalística sobre su futuro. Obviando toda altanería y desplante por cuestión de casta o gilipollez. El caso que su mofa no es chanza divertida y las úlceras son regaladas al beneplácito de la cana nacida por nuevo fracaso.
"Así pues no esperen nada porque si pueden les será arrebatado" eran los cantos agoreros que cada mañana repetía en su mantra diario. Al igual que los cerebros privilegiados se volatilizan de nuestro mundo real pensó que los valerosos de espíritu alcanzarían sus sueños disfrutando de la vida. Remarcando sus ilusiones en el filo de la luna y conservando la dignidad para encarar la turbia vida que querían regalar. Disfrutando de las sencillas cosas que cada día encontraba. Compartiendo risa, intentando vivir y dejando vivir. No como ellos, los señores del acero. Los encargados de enturbiar con sus desahucios los derechos fundamentales del hombre per se.
Esa era su consigna mientras seguía tecleando las palabras precisas que su devenir le iba dictando. Las necesarias frases para vincular su presente con la calidad literaria precisa para compartir su vida con sus enseñanzas.
Fuera, Agosto era tomado por el calor enfermo del avaricioso en su yate, con las deudas amontonandose sin ninguna clase de cuita dibujada sobre la faz de su rostro de mafioso. Como tantos pactos con el diablo se irían firmando a medida que verano pasaba. Septiembre volvería a ser cuesta de enero como pacto tácito y creador de costumbre.
En otro lado del país las mujeres y hombres toman el fresco tratando de solventar los problemas mundanos que las estadísticas olvidan. Otros sofocan su temblor con los paseos de atardecida, en los que una simple brisa les calmé la incertidumbre de la herida en su temor.
Así pues, hasta mi pronta venida disfruten de mi ausencia. Carguense de valor y asuman que no serán como ellos, pero sus conciencias sí estarán tranquilas. Les dejo pues, mientras medito en el filo de la luna.
Fco. Javier Fresneda Diadosa
Kerouac97@hotmail.com
Comentarios
Publicar un comentario