Se dispuso a fregar con instinto asesino. La decisión que debía tomar era la causante de sus nervios. Algo le decía que no era fácil y que cualquier opinión al respecto iba a fracasar. Nada le haría convencer. Estaba condenada.
Los niños jugaban en el jardín bajo la atenta mirada del anciano. Para el abuelo después de su crisis emocional sus nietos le habían dado vida. Cuando eran mas pequeños todos los días los llevaba y traía del colegio. Se quedaba contando historias y jugando mientras sus padres salían a divertirse o crecían en sus respectivas carreras profesionales. No hay que olvidar que comenzaron en un pequeño apartamento y sobre todo desde que el abuelo se volcó con ellos avanzaron. Ahora vivían en un gran chalet en una de las mejores zonas residenciales adosadas a la gran ciudad. Con todo lujo de detalles. Recordando que lo material es lo importante.
El estruendo de unos vasos rotos le sobresalto. Se enjugo sus lagrimas y continuo con sus cavilaciones. El no pensaba en nada. Solo en ascender y en el coche ultimo modelo. Pero ahora se daba cuenta de todo. Comprendió su error. No podía hacer nada. No había forma de pararlo. El ascenso estaba firmado. La cuenta de tres millones de euros también. No podía evitar ciertas palpitaciones. Su pulso era acelerado. Se dirigió al mueble bar estilo victoriano y temblorosamente se sacudió un buen trago de whisky. Estaba condenado.
Afuera el tiempo comenzaba a cambiar. Las hojas salpicaban el suelo del parque como un tamiz. Las disquisiciones caían de las ramas y el abuelo soñaba. Estaba bien con su familia a pesar de tanto lujo. Algo a lo que él nunca se acostumbro. Tenía el cariño de sus nietos. Su hijo al que apenas veía le satisfacía con cargas de puros habanos y cohibas que le hacían recordar las noches del Copacabana. Su nuera con la que congenio desde el principio, era su máxima valedora y en el ultimo año apenas la veía. Su trabajo le hacia viajar constantemente. Nunca entendió a que se dedicaba realmente. Lo único que le preocupaba era su extraña enfermedad. Le estaba paralizando poco a poco. Cada vez le costaba más caminar, ya no salía de casa. Los niños eran su consuelo. Cuando le asaltaban a preguntas. Cuando le abrazaban y besaban. Eran su tesoro.
Los niños jugaban en el jardín bajo la atenta mirada del anciano. Para el abuelo después de su crisis emocional sus nietos le habían dado vida. Cuando eran mas pequeños todos los días los llevaba y traía del colegio. Se quedaba contando historias y jugando mientras sus padres salían a divertirse o crecían en sus respectivas carreras profesionales. No hay que olvidar que comenzaron en un pequeño apartamento y sobre todo desde que el abuelo se volcó con ellos avanzaron. Ahora vivían en un gran chalet en una de las mejores zonas residenciales adosadas a la gran ciudad. Con todo lujo de detalles. Recordando que lo material es lo importante.
El estruendo de unos vasos rotos le sobresalto. Se enjugo sus lagrimas y continuo con sus cavilaciones. El no pensaba en nada. Solo en ascender y en el coche ultimo modelo. Pero ahora se daba cuenta de todo. Comprendió su error. No podía hacer nada. No había forma de pararlo. El ascenso estaba firmado. La cuenta de tres millones de euros también. No podía evitar ciertas palpitaciones. Su pulso era acelerado. Se dirigió al mueble bar estilo victoriano y temblorosamente se sacudió un buen trago de whisky. Estaba condenado.
Afuera el tiempo comenzaba a cambiar. Las hojas salpicaban el suelo del parque como un tamiz. Las disquisiciones caían de las ramas y el abuelo soñaba. Estaba bien con su familia a pesar de tanto lujo. Algo a lo que él nunca se acostumbro. Tenía el cariño de sus nietos. Su hijo al que apenas veía le satisfacía con cargas de puros habanos y cohibas que le hacían recordar las noches del Copacabana. Su nuera con la que congenio desde el principio, era su máxima valedora y en el ultimo año apenas la veía. Su trabajo le hacia viajar constantemente. Nunca entendió a que se dedicaba realmente. Lo único que le preocupaba era su extraña enfermedad. Le estaba paralizando poco a poco. Cada vez le costaba más caminar, ya no salía de casa. Los niños eran su consuelo. Cuando le asaltaban a preguntas. Cuando le abrazaban y besaban. Eran su tesoro.
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