La motivación era crecida de río. Se había hecho pulsación de verso batiente y sueños de alas blancas.
Como pocas otras veces hice acompañar mis ganas con mi ilusión y, un pequeño plan que pude llevar a cabo.
El objetivo era la media maratón de Mérida. Quería que mi segunda medía maratón fuera de mejores sensaciones que la primera.
La primera media fue el año pasado en Madrid. Pronto hará un año. Fue una verdadera carrera iniciatica. Después de varias de diez km me propuse como homenaje y tributo al alma de mi padre probar y terminar los veintiún km. Fue una carrera de verdadero sufrimiento. Desde el kilometro trece fui cojeando. Aprendí lo que era el dolor en carrera y quizá el espíritu olímpico del esfuerzo y la tenacidad. Saque fuerzas y logre cumplir la promesa del tributo.
Pues bien esta vez el objetivo era claro. Mejorar las dos horas veintitrés minutos de mi anterior carrera.
Otra cosa clara era como en cualquier empresa desde tiempos de conquista: la motivación.
Varias circunstancias me motivaban. La primera de ellas que, la carrera transcurriera por una ciudad con tanta historia como Mérida. Poder evocar a los dioses y quizás como ya en tiempos modernos emular a Spiridon Louis aunque fuera en la mitad de distancia o incluso al hombre al que se debe el nombre de la carrera y no es otro que el emisario de la batalla de Maratón en la antigüedad, Filipides. Que llevo la noticia del triunfo ateniense sobre los persas. Aunque nadie en su sano juicio por tan digno homenaje quisiera acabar como él cuando termino la carrera. Muerto.
Otra de las motivaciones era la particular y sentimental vinculación que me une a Extremadura. Y más después de haber entrenado la semana anterior en Huertas de Animas. Me marque un retiro voluntario para preparar un poco la prueba ya que de por si, no suelo entrenar mucho. Esos días previos a la postre sirvieron de mucho.
Además había que unir que en la carrera tendría mas publico que nunca. Ya no solo era Mar la que me esperaba sino mis cuñados, mis grandes amigos Juan Miguel y Rosa y sobre todo los pequeños Laura, Sandra y Javier. No podía fallar. Qué más motivación se puede pedir.
Como pocas otras veces hice acompañar mis ganas con mi ilusión y, un pequeño plan que pude llevar a cabo.
El objetivo era la media maratón de Mérida. Quería que mi segunda medía maratón fuera de mejores sensaciones que la primera.
La primera media fue el año pasado en Madrid. Pronto hará un año. Fue una verdadera carrera iniciatica. Después de varias de diez km me propuse como homenaje y tributo al alma de mi padre probar y terminar los veintiún km. Fue una carrera de verdadero sufrimiento. Desde el kilometro trece fui cojeando. Aprendí lo que era el dolor en carrera y quizá el espíritu olímpico del esfuerzo y la tenacidad. Saque fuerzas y logre cumplir la promesa del tributo.
Pues bien esta vez el objetivo era claro. Mejorar las dos horas veintitrés minutos de mi anterior carrera.
Otra cosa clara era como en cualquier empresa desde tiempos de conquista: la motivación.
Varias circunstancias me motivaban. La primera de ellas que, la carrera transcurriera por una ciudad con tanta historia como Mérida. Poder evocar a los dioses y quizás como ya en tiempos modernos emular a Spiridon Louis aunque fuera en la mitad de distancia o incluso al hombre al que se debe el nombre de la carrera y no es otro que el emisario de la batalla de Maratón en la antigüedad, Filipides. Que llevo la noticia del triunfo ateniense sobre los persas. Aunque nadie en su sano juicio por tan digno homenaje quisiera acabar como él cuando termino la carrera. Muerto.
Otra de las motivaciones era la particular y sentimental vinculación que me une a Extremadura. Y más después de haber entrenado la semana anterior en Huertas de Animas. Me marque un retiro voluntario para preparar un poco la prueba ya que de por si, no suelo entrenar mucho. Esos días previos a la postre sirvieron de mucho.
Además había que unir que en la carrera tendría mas publico que nunca. Ya no solo era Mar la que me esperaba sino mis cuñados, mis grandes amigos Juan Miguel y Rosa y sobre todo los pequeños Laura, Sandra y Javier. No podía fallar. Qué más motivación se puede pedir.
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