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“Los nombres nunca perdidos”



He deambulado por los pasos olvidados. Por el temblor de los años vistos. El vértigo de los caminos andados y el recuerdo de las vivencias anestesiadas. Es grato, otro año más, recurrir a la memoria para encontrarse con los lugares y los nombres nunca perdidos.

Tiempos más sencillos por la edad compartida. Primeros momentos de adolescencia en pecho y sueños de juventud. Descubrimientos y aventuras, locuras y dispersiones. Risas por doquier.

Además de las experiencias y lecturas de aquellos años, era de suma importancia para nuestro desarrollo vital los lugares por los que transitábamos. Los locales dónde desarrollamos nuestras habilidades sociales. Simplemente, pura relación.

Rememorando los años 80 y 90. Décadas de esplendor creativo en todos sus ámbitos culturales. Incluso de máxima expresión de alegría. Los vitales 80 y 90, diría yo. Años en los que los Ronaldos, sacando la lengua se enfrentaban a la autoridad paterna con su Adiós papa y por las noches se hacían eco de la movida de los años.

Encontramos en nuestro querido pueblo, lugares cuyos nombres y situaciones deben ser nunca olvidados y si recordados. Porque al menos, para varias generaciones incluida la mía, fueron sitios de encuentros y desencuentros. De historias cotidianas y de vidilla huerteña. Era un fluir humano constante, sobre todo en las fiestas populares, en honor a nuestra virgen que, dentro de poco nos vuelve a visitar.

Tiempos también del háztelo tú mismo, la diversión y la alegría al servicio de las musas. Como la pequeña banda de los Canarios Alpistaores, grupo seminal del underground, en el que los componentes a través de su adaptación de la canción Nassau de los Hombres G crearon todo un estilo de vida al servicio del jubilo y el callejeo.

“Después de las capeas, la movida en Viñero”. Grito de guerra por aquellos años en los que la chiquilla de Seguridad Social arrasaba en las listas de éxitos patrios.
 
        Sonrío al recordar como después de unas intensas capeas, de polvo y nervio, la gente y nuestra juventud se marchaba a sus casas para ponernos guapetes e intentar en el baile sorprender a alguna moza con un beso robado. Como Discoteca Viñero, primera etapa de locos soñadores, corríamos a bailar El jardín de rosas o atrapar Cien gaviotas al son de Duncan Dhu. O bien como diría el Pingüino en mi ascensor a pelearnos con la banda rival (aunque saliéramos escaldados) o ligarnos una rubia pecosa con unos jeans color rosa. Sirvan estas líneas para dar un abrazo sentimental a aquellas bandas rivales y un beso para las rubias pecosas.

        Aquella ilusión era compartida ya que era intergeneracional, sirva como ejemplo los hits de nuestros padres: Formula V, Georgie Dann, Los Brincos, Los Mustang... Todas las generaciones brincando en el Chiringuito mientras Eva Maria se fue, y con Un sorbito de champagne volvíamos a formular nuevos deseos para los posteriores bailes.

        Otro de los garitos que rememoro, aunque de fugaz existencia el Diga 33. Centro neurálgico de mi peña, en el que aparte de la exaltación de la amistad hacíamos de la subida a las capeas una original forma de entender las fiestas. Apoyados enfrente de la puerta de entrada, cuando se iniciaban los encierros, atravesábamos la calle sorteando a los que subían para colarnos por la puerta y ver pasar la acción, a través de la seguridad del local. Eran cinco metros escasos que vivíamos con la emoción y el sarcasmo del momento. Y todo ello bajo el grito de “Que nos pongan a Loquillo” o “Nos pongan a Dinamita” y oír los acordes del Cadillac solitario o de Pandilleros o del ínclito Billie Joe, era la excusa perfecta para iniciar cualquier juerga de buena fe.

        No quiero que otros nombres se pierdan, caso del Rincón extremeño, otro local que adquiría su máxima expresión en los festejos del Rosario. Tanto en la parte baja como en el piso alto, quizás menos conocido pero en los que la juventud del momento pasamos ratos entrañables. Bar de vida de etapas cortas. Con el ritmo de los Rebeldes cantando Esta es mi generación o Los Secretos y su Déjame.

        Ya, en pleno encierro popular, mientras se participaba del espectáculo taurino, había dos locales que aglutinaban a la población festera. Las cafeterías Azul y Lar. Emplazamientos de avituallamiento y saludos emotivos dónde los cantos regionales podían ser escuchados a cualquier hora del día o de la noche.

        El show debe continuar. Antes de proseguir el camino del recuerdo por estos lugares, os invito e incito a que bailéis un rock en la plaza del pueblo. Ya veréis que bien os sienta para proseguir el camino.
 
        Mentar también, a la discoteca Terpicore, imagino que el nombre sería en honor de una diosa griega de la danza. Emporio nocturno que llegó a aglutinar a todos los lugareños y a los vecinos locales de los pueblos de la comarca. Colmena y faro que iluminaba las noches mágicas de los 80 y los 90. Con los Nacha Pop imaginando a tu Chica de ayer. O los Radio Futura con su contoneo sabroso de No tocarte. Caímos los dos devorados por la moda juvenil en la pista de baile y como cazadores furtivos nos íbamos al amanecer buscando el merecido descanso.

        Aunque muchas veces hacíamos un alto en el camino. La churrería, último de los sitios paganos a los que nuestros pasos se dirigían en toda fiesta del lugar. Bien para reparar fuerzas y dar el consabido hasta luego a los vecinos y amigos. O bien para ingerir e inyectar calorías al cuerpo para proseguir con el jolgorio. Esta última idea no me parece del todo recomendable. Y así con Sufre Mamón y el deseo de Voy a pasármelo bien de los Hombres G nos retirábamos a nuestros aposentos hasta que el cuerpo pidiera más...    diversión.

        Con este pequeño artículo no he querido haber realizado un recorrido etílico por la vida de nuestro pueblo en fiestas. Lo que ha pretendido hacer es un emotivo recuerdo a unos centros de reunión y esparcimiento en los que la sangre del pueblo permanecía viva e intensa, de un brillo constante. No quiero olvidar tampoco los locales que siguen en activo pero no los nombro porque todos sabemos los que son y están en el pensamiento de la gente. Agradezco su impulso y ánimo a los lectores a que no olviden a los que fueron.

        Y con ello, como el Amante bandido de Miguel Bosé me encaramo a los días venideros para consumar la ilusión de unas fiestas a ritmo de pop and roll con el estilo de vida de la sana diversión y el disfrute de compartir. No debiendo jamás olvidar los momentos departidos y los nombres hallados bajo el auspicio de los pasos trazados, para seguir creciendo en libertad y enriqueciendo la personalidad.


En Huertas de Animas a 8 de septiembre de 2009.
Día de Extremadura.

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