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UN PETATE Y SALVACIÓN

Artículo publicado en La Opinión de Trujillo el 19/11/2012

Estigmatizado en una perversión de pasotismo ya que era joven y universitario.
Ese reproche enquistado en las conciencias críticas de la estulticia y la ignorancia era bullir de fuego en sus venas. Tormento de lodo en las úlceras inventadas en el crisol de la mentira y el odio. Perversiones de un mundo de cristal tras prisma de prejuicio.
Con la ignominia en estado efervescente y su actitud de vida corrompida por una desesperación de vida mal entendida.
Desasosiego de futuro y la calma de la conciencia en la almohada ya no existía. Había huido por el éter agnóstico del quebradizo sueño. Y sus pupilas no lograban mitigar las lágrimas estranguladas que absorbían el desierto laboral en el que estaba sumergido su padre. Hombre capacitado por su formación pero, desafortunadamente su empresa quebró. La rutina de los años se había vuelto en su contra. Cincuentón que estorbaba en cualquier puesto y su sola presencia incomodaba en los despachos de recursos humanos visitados. Los másters no eran cultivo en su currículo vitae, por tanto, razón de filtro no había oportunidad de personalizar y posicionar de una manera objetiva cualquier puesto laboral.
Si su madre no tuviera que quebrar las ilusiones de su vida otro gallo hubiera cantado pero, la familia era lo primero. La mujer, depositariaa de la fuerza, hacía horas donde venía en gana la limpieza de casas y conciencias de hogares reestructurados con su sola presencia. Dando calma a un huracán destemplado. Armonía a la voz de un eco lejano apenas audible. Mientras, su casa era marea sin marinero que llevar a tierra. Bergantín acosado por la rumbosa presencia de piratas destemplados. Capitana de enarbolada bandera al unísono de los suyos. Presencia única de nervio y agallas. El norte de los rumbos de su casa.
Menos mal que, a pesar del panorama cargado de tormenta y aciago en neblina futura, las pensiones de los abuelos ayudaban a templar la destemplanza de los bocados de carcoma de un euro dislocado y descolocado. Mentira de un holocausto de igualdades y promesas vanas. Ingresos constantes aunque menguantes pero de suma importancia. Vital en el mantenimiento de unas familias cada vez con menor peso adquisitivo en términos macroeconómicos como gustaba decir a los gurús. Santo y seña de videntes de futuro por ver. Esotéricos planteamientos faltaban pero la incertidumbre de sus opiniones y criterios auguraban la suerte a la bola de cristal. Al escrúpulo de sus profecías y a la variación de los ciclos que rodeaban a todos los mercados expuestos.
Así pues, fueron haciéndose cadenas inmóviles sus palabras. El esfuerzo de mantener una conciencia política por lo que luchar, un témpano de hielo que golpeaba su cabeza con ansias de responder al interrogante prevenido. No era ya fatídico no layar la tierra como antiguos labriegos, porque su fruto era harto yerto.
Las consignas como años atrás volvían a repetirse como cíclicas crisis al son de “No future”. No hay futuro.

Recordando a los antiguos errantes españoles tendría que hacer el petate y buscar el recóndito sol de primavera. A pesar de todas las conciencias manchadas, ningún consejo ni aprobación de político agorero y falsario sería capaz con su canto de sirena de atraer para sí su ignota y sorprendida mente. Tenía decidida la solución a su problema: la emigración como modo de vida. Ahora habría que saber cuándo y dónde. Sólo los arcanos lo sabrían. Deberían ofrecer un sacrificio para obtener la respuesta.
Después de cavilaciones extremas, de consejos de personas que pasaron por su misma vivencia, diversas historias al recogimiento de su temperamento, logró obtener la solución impostada en el sacrificio. Menudo desasosiego sobre su conciencia, perder la mirada leal de la familia, la risa auténtica de la amistad. Ofrecerse al Dios capital como instrumentó de salvación para reflotar una familia. El desarraigo como bandera y quizás la derrota más cruel. pero, las circunstancias junto con un instinto ancestral y salvaje de supervivencia marcaron la pauta para no lastimar más sus sentimientos.
Con el beneplácito de la esperanza y con la dignidad del que busca una solución a sus problemas, me despido hasta la semana que viene, no sin recordarles encarecidamente que disfruten de mi ausencia.

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