Becker dijo que lo ideal sería vivir la poesía. Por su parte Bradbuty pensó que la literatura había que vivirla. Y pienso que ambos tenían razón. Tanto como vivir en la carne del rock and roll. Adivinar el camino en la desnudez del arte. De una manera jubilosa vivir y contemplar la experimentación de los estados de ánimo. Sentirlos. Transmitirlos con el encanto romántico de la literatura y la música. Adaptaciones a la vida para sorprenderla y trasmitir la ilusión que nos brinda. La contemplación experimentalista. El miedo latente fluido éter de caldo de cultivo. El futuro vendrá con cariz de novela. Serás protagonista y mentor de tu ego. A pesar de cualquier trasfondo porque el poema será la ayuda de tu verso y el epíteto que mejor convendría para asegurar la marcha y continuar las andanzas. Meditando el relato e improvisando el camino en chanza de personaje. Evitando las prohibiciones. Minorando las condiciones peyorativas. Y creer en el único fin que es la vida. Con sustancia de noche, con libertad oscura y con dicha vital del claro dia. Esa es la única meta: vivir. Degustar los instantes y acariciar los momentos como el que escribe un fragmento y así se completa la vida con tu mejor lección en el libro de tu historia. En los poemas fugaces que dieron consistencia a tu epitafio. En la música que acompaña los estados anímicos que pueblan tu espíritu y como cables neurológicos enrollan tu libro y te hacen ser la persona sobre la que escribes cada día.
Mientras que un epitafio crece ahora con más fuerza cada día. A lo mejor en otro capítulo será otro. Pero este es el que le da forma. "He querido reírme de la vida hasta que la muerte se ha reído de mi. Y aquí yazco con mi cara mustia entre relojes de polvo. Ceniza de vida en lazos de muerte "
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