Artículo publicado en el periódico digital La Opinión de Trujillo el día 17 de Diciembre de 2012
Después de un fabuloso fin de semana en tierras manchegas disfrutando de la rama familiar paterna: los Fresneda, compartiendo risas e historias como presagio navideño, bailes y chanzas como conjuro de chamán para derrotar presagios y energías negativas de brujos corruptos o de un incendiario Belcebú, este acontecimiento, ha servido para percatarme de algo. Quizás ya venía pasando años atrás pero yo jamás quise verlo o sencillamente no pude, pero creo que esta vez han venido antes, como deseo desesperado.
Este año la Navidad se ha adelantado. Ha ganado al Centro Comercial por excelencia que, siempre marca las estaciones y las fiestas de guardar, además de señalar días de oro para que la gente sonría más, supongo. En un juego de palabras y simbología de sueños de los hombres corrientes y no tan corrientes.
Pero este año, los móviles han ganado la partida, en especial, una aplicación de mensajería que a partir del uno de diciembre sirvió de instrumento por toda la geografía española para enviar textos, fotos, mensajes de buenos deseos con la referencia navideña. Debo decir que, he recibido alguno. Me congratula porque hay personas que se acuerdan de mi y disponen de unos minutos de su preciado tiempo para dedicárselos a un tipo como yo.

He visto a la ilusión presurosa perder la calma. Que, las buenas razones del pensamiento y del corazón han querido precipitar la venida del adorado niño. Sea por ello, la muestra no solo de caridad sino como grito desesperado al que aferrarse.
Olvidando la trama real que surca las vidas de esta España nuestra, pese a muchos. Pero es el deseo humano de atisbar una tabla de salvación lo que ha llevado a arribar a buen puerto toda esta serie de avances tecnológicos en beneficio del bien común. Ese que, aún no han conseguido tasar y por ende gravar con una tasa para aliviar las arcas del estado. Por eso, sirva de consuelo este halo de esperanza para amueblar la existencia de todos en los días venideros. Que estas palabras, sean de caldo de cultivo y contagio a los hechos que vendrán, a pesar de que arrecien las tormentas alocadas, los sinsabores de locos egoístas y los magnicidas que borran de la faz de la tierra la risa etérea de unos inocentes infantes.
Sirvan todos estos buenos deseos pre navideños para gritar todos como en la vieja canción de Miguel Ríos: escucha hermano el himno de la alegría. Aunque sea en vocablo de iluso con la imagen sostenida de toda la humanidad cantando como un solo hombre.
Ahora sin más, con la constante expresión de la sonrisa en mi boca y el planteamiento de una dicha para todos en esta festiva fecha me despido. Disfruten de mi ausencia. Pero no disfruten de la ausencia de las personas que les quieren y de las pretéritas ausencias. Hasta la semana que viene.
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