Artículo publicado en el periódico digital La Opinión de Trujillo el 04/02/2013
Nada nuevo bajo el sol. Cerré el periódico de negras nuevas y me adentré en las historias cotidianas, esas que marcan al estar más cerca de su núcleo de acción e imagen semejante del escrutar del día.
Por cuestiones laborales, el otro día, un director de un hotel céntrico de Madrid, me comentó la posibilidad de incorporar un maletero a la plantilla de su centro de trabajo. En este escenario perfecto, creí yo que para que cualquiera de los seis millones potenciales de personas en edad laboral luchase por uno, sería sencillo. A pesar de las reformas laborales y las prórrogas establecidas por Decretos ley para las ayudas y la reducción a veinte días de lo que antes llamábamos peonadas, entre otras medidas, imaginé yo, iluso de mí, que los candidatos lloverían.
Además de cualquiera de los cauces naturales, quise aprovechar el de las nuevas tecnologías. Quiso posiblemente mi subconsciente realizar una experiencia empírica para ver qué cauce podía tener más éxito, es decir, si el boca a boca, tradición oral por excelencia, o bien la inserción de un anuncio en la página de una empresa en internet dedicada a la intermediación entre candidatos y clientes. Por otra parte, la vía de la vida curricular que algún candidato había podido dejar en el hotel.
Por mi parte, como he dicho, quise incorporar una más moderna: el poderío de Facebook. Partiendo de la base que no se puede menospreciar la cantidad de contactos que mi red social posee y aprovechando, además, que estos contactos tienen a su vez otros miles de amigos y otros, en cambio, decenas. Sumando la regla de los seis grados en la que cualquier persona si quiere ponerse en contacto con otra, aunque no se conozcan y esté en la otra punta del globo, le bastarán seis contactos para llegar a la persona deseada. Eso cuentan los expertos. Yo la verdad no hice la prueba nunca. Pero, abandonando esta premisa de los seis grados, la cantidad de personas vinculadas al anuncio de búsqueda sería importante. E incluso, teniendo en cuenta el alto índice de parados, las posibilidades matemáticas aumentarían, aunque luego fuese necesario filtrar a los candidatos dependiendo de si el perfil se adecuaba a los parámetros del puesto y siendo el requisito de mayor posibilidad de criba el dominio del idioma inglés.
Con la objetividad en duda y plasmando un hecho empírico demostrable en la pantalla del ordenador, los resultados daban para pensar. He de decir, pasados siete días el efecto de las redes sociales fue nulo. Hubo varias personas que entraron y dieron a la opción “me gusta”. Quizás, por solidaridad y ganas de que algún parado retomase las ganas de trabajar, o quizás, por el hecho de ampliar el esfuerzo y motivar a algún futuro trabajador.
Pero lo realmente frío y desolador del caso es que no hubo ningún candidato por esta vía. No valía el ofrecimiento a través de una red social como Facebook para que alguien encontrase trabajo. No debe ser este un fin para este medio. Son seguramente otros como ligar, poner frases reflexivas de otros, cotillear quizás, dejarse ver, etcétera. Pero ninguna es la finalidad de obtener trabajo. Quizás, tendré que hacer otra prueba para aseverar y demostrar el último planteamiento que me ronda.
Los otros medios he de decir fueron eficaces con el objetivo. Pero no por la cantidad que creía yo de candidatos, pero al menos, fue suficiente para cubrir la oferta, incluso cobrando más de mil doscientos euros al mes.
Esto lleva a plantearme otras cuestiones desde el otro lado. Puede doler pero, en vista de los hechos dudo que la gente persiga un puesto de trabajo. Quizás, la sociedad se ha fijado en exceso en los vicios negativos de los políticos, o bien, en el hecho de la visión idílica de los programas sociales, en los que puede pasar cualquier cosa menos trabajar. Por eso, ustedes no se preocupen, pueden llegar a ser grandes hermanos o incluso beneficiarios de un sobresueldo por un puesto de asesor designado a dedo o a golpe de morro y sin responsabilidad alguna.
Fíjense bien, les dejo. No puedo evitar pensar mal. Ustedes qué pensarían... Deseo solo que haya sido una estrategia errónea y sin reflejo real al que parecerse. ¿Qué barruntará el parado español? ¿Qué pensará el trabajador? ¿Qué conciencia la del legislador? Les dejo con la duda. Voy a ver si al final el empresario quiere que se incorpore. No vaya a ser que el único que perdió su tiempo haya sido yo. Disfruten de mi ausencia como siempre. Les espero.
En el silencio de la noche resuenan con alegría los cánticos de mi tierra. Y es ese recuerdo el que hace aflorar el sentimiento de la blanca navidad. Destellos y ráfagas de valores desgastados con el tiempo. Ajados por el desuso y el derrumbe de las buenas intenciones y los actos honestos, humildes consignas de una fe humana resquebrajada en los tiempos de fechas celebradas. Por ello sana es la intención del buen deseo. Que no sea quimera como fiebre de vil metal. Costumbre cabal y querida la de una ilusión sentida año tras año al privilegio de la amistad sostenida en la vida. Al compromiso vital de hallar la estima y la Salud en carta cabal y en la fortuna dichosa de agradecer y sentir la vida cada día. Porque como la Navidad sea una plegaria constante en el nuevo año que te contempla. Como diría el Papa Francisco: “No vivamos una fiesta falsa y comercial”. Complicado empeño aunque resuenen los cánticos de Mi Pueblo. Feliz Navidad. Alma y aullido. Ja...
Va a ser que Facebook sólo sirve para ligar, sí. Realmente me parece sorprendente que nadie contactase...
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