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"Una peineta destemplada"

Publicado en el periódico digital La Opinión de Trujillo el 04/03/2013 Reliquia insospechada que se aviva en tiempo de ventisca, no ahuecas un ápice el sentido de la codicia. Con peineta al viento y con la soflama de arrogante desprecias a la opinión pública y lo que es peor, a todos los que pagamos mediante nuestro esfuerzo la sinrazón de los partidos políticos. Encima ni por devoción ni por absolución. Yo de ese pecado me quité, si alguna vez estuve cerca de permanecer, pero ahí no debo ni puedo decir nada. Es un dinero consentido para beneficio de inventario. ¿Qué pasa con los no afiliados? La carcajada intensa se incrusta en los huesos y clama la paciencia del desposeído, oprimido por la impotencia de la mofa en su estampa mientras los bolsillos de su economía tienen los agujeros más anchos. Sr. Bárcenas, me parece tan enojoso su juego consentido por la magia de la mafia burlesca de su partido. Lo que es más irritante en nuestra sociedad, muchos niños de mayores querrán ser como usted. Y yo que creí que no podíamos ir a peor, cuando soñaban ser grandes hermanos y hermanas. Cómo vamos denigrando el perfil de nuestras jóvenes generaciones. Esa insolencia repeinada en los pliegues de un tufo orgulloso que me da grima pensar en la buena intención de su persona si alguna vez existió. ¿Qué sinrazón le impulsa a usted a cometer el delirio del pecado capital de la avaricia? No le basta a usted con esos 38 millones destinados en Suiza para placebo y consuelo de su estresada vida. De su intensa labor en la sede del PP, durante lustros, a pesar de ser despedido siguió trabajando. Ahora pretende denunciar a su partido por despido improcedente y lo que es más irritante, pretenderá cobrar el paro. Solaz esperpento de drama sojuzga el entramado tan patéticamente absurdo que protege los hechos que rodearon a la prorrata de su indemnización y, la posterior utilización de despacho, secretaria, chófer, coche etcétera, para un puesto y una persona en teoría ya fantasma en las altas esferas de Génova. Serán los años o mi incapacidad para madurar plenamente pero Sr. Bárcenas, no entiendo nada y lo que es peor, los silencios irritantes de nuestro Presidente me inquietan mucho más. ¿Qué más secretos guardaran en las alcobas de su intimidad? ¿O es que la sombra alargada del chantaje arropa su muda estampa con el perjuicio corrosivo de los fieles votantes intimidando su futuro? Pero permítame, no voy a pedirle perdón por criticarle abiertamente a través de este artículo, aunque con esa peineta al aire demuestre lo dolido que está con los españoles y lo poco agradecidos que estamos con su gestión. No siento para nada la desproporción existente entre su persona y su capital. De una manera exagerada usted me da más pena que todos los demás españoles que le hemos sufragado sus emolumentos. Haya flores muertas para conmemorar la desfachatez intangible del verbo robar. No se preocupe Sr. Bárcenas, a cada cerdo le llega su “San Martín”, decía el refrán. No vaya a ser que tengamos que ofrecerle pleitesía y agradecimiento por los servicios prestados a la patria. O a la Corona, como a nuestra querida amiga la princesa Corina, rubia y guapa señora que ha hecho tanto por nuestro país. Incluso los servicios diplomáticos paguen sus servicios como buena cortesana al servicio de la monarquía. El Rey siempre supo rodearse de confidentes bellas. Pero no desviemos el rumbo y Sr. Bárcenas, aclare su postura y congratúlese con los españoles, que el remordimiento le lleve al camino del bien y de la reconciliación. Eso nos hará mucho bien, porque sino al final seremos nosotros los que les tengamos que hacer la comentada y orgullosa peineta. Ahora ya, queridos lectores, les dejo. Tengo la impresión que hubiera explicado mejor mi sentir la Señora Cospedal, porque, quizás, todo esto haya sido un pensamiento diferido o un despido de ideas que no goza de la remuneración necesaria para la cotización real en la Seguridad Social. Pero no se si difiero del diferido y la sintonía será la consecuencia insolvente de un despido de ideas en la improcedencia de un diferido. Hasta la semana que viene. Como siempre, disfruten de mi ausencia.

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