
Tan agotado llego a la orilla del mar que su espíritu se vacío de golpe. Las olas se solapaban con su cuerpo. Y su cuerpo se sumergió en el agua. La temperatura del líquido elemento aumentó unos grados. Un ligero humo brotó de la superficie. Segundos más tarde emergió.
Con él, la piel de su cuerpo se desprendía de la misma manera que la muda de las culebras. El sol y el calor hicieron el resto. Desprendida la telilla de epidermis los músculos iban adquiriendo una tonalidad más viva. El verano llegó y con el, otra clase de ensoñación. Aquí llego, después de un año de intensas sensaciones. Estaba en perfectas condiciones para recibir al sol y bautizarse para un nuevo año. Para sacrificarse por el bien común.
Ahora que, recordaba que todo, había sido originado por unas teorías filosóficas culminadas en los ensayos de Adam Smith. Ante tal recuerdo, descalzo, recorrió la playa. Volvió a sentir el tacto ancestral de la arena en sus pies. Las olas meciendo los dedos en tranquilidad y calma. Evaporo sus cuitas. Su cuerpo y su mente iban adquiriendo el sosiego tan necesario que precisaba.
El teorema procedía de la lógica que cada uno debía procurarse el bien. Ante esta premisa, el individuo se preocuparía de lo suyo. Descartando las posibilidades de los demás. Así, y sólo así, se conseguiría el bien común. Si todos nos preocupáramos de nosotros mismos generaría ese hecho un bien general para la comunidad. Aunque esta teoría desencadenó el liberalismo económico de una manera salvaje.
Recorrió la inmensa playa. A lo lejos divisó una enorme casa, llena de ventanales donde extasiarse del paisaje y del acantilado que comenzaba a adivinarse. A través de las ventanas se podía escuchar una melodía: "Scape". Más conocida como la canción de la piña colada. Seguidamente un embrujo en tono de saxo y melodía orquestal, el virtuoso Bill Perkins, maestro del cool jazz el que armonizaba el paisaje con el sonido. La música abrazaba en ligero contoneo los sensuales movimientos de una dama, que casualmente le saludaba con su mano extendida.
Como decía la canción de Sade “Stronger than pride” (Más fuerte que el orgullo), la esencia del bien común se enraizó en la élite de los poderosos. El liberalismo beneficio a las clases dominantes. A las que sirviéndose de extraños juegos con la coalición de la mentira y el encantamiento del cohecho, de la traición y otras argucias de consentida magia, embaucaron a los hombres en la divinidad del poderoso dinero, con el beneplácito de la codicia y la ansiedad no satisfecha. Derrotando cualquier logro de los que no ocupaban los puestos de organización y mando. Con las reglas de la justicia y de la política de su parte la idealizada sociedad del bienestar quebró. Formándose la vida en torno a las castas. Con la denominada PPsoe al frente de un lógico estamento al servicio del pueblo. Prestación que habría de ser remunerada a través de corruptelas, engaños, cohechos y demás acciones consideradas antes delito.
“Paradise” cantaba Sade también mientras una bella mujer le abrazaba en su bienvenida de su paseo por la orilla del mar. Una preciosa hembra de sutiles maneras y de cuerpo pecaminoso. Era tan idílico que las formas del verano clamaban al cielo por tan venturoso momento. Tan epicúrea la cadencia del sentir que el paraíso había llegado al hábitat de su estampa, al dichoso momento de su huida en la calmas sensuales de la isla.
Antes los delitos eran algo consistente y que realmente precisaban de la justicia. Cuando la justicia se ganaba su pan con el sudor de su frente. Con la equidad y proporcionalidad de sus razonamientos la sociedad era equilibrio y paz. Ahora, el robo, mejor dicho hurto, de unos simples pañales y gallinas, hacen que cualquier inocente caiga en la desgracia de verse entre las rejas de la injusticia llamada justa por los que son. Rompiendo el equilibrio y quebrando los principios de igualdad. La igualdad y proporcionalidad para los iguales. La desigualdad es el resto de los principios que velan por el camino de lo justo.
Levantaron una copa y brindaron. Sonrieron por 'Isla de Man'. El nuevo hombre comenzaba a prepararse para un nuevo año. Nuevos sobres que repartir e inversiones para regalar. Su estudio comenzaba con el descanso merecido por los logros realizados. El paraíso fiscal su motivación. País que eximente del pago de impuestos a los inversores extranjeros que mantienen cuentas bancarias o constituyen sociedades en su territorio. A cambio les ofrece la libertad y el pecado. En boca cerrada no caben moscas. La ironía de su perfil se agudizo al ponerse las gafas de sol. Quizás no quisiera ver el futuro, no fuera ser que todo cambiase.
Con ello, me despido con mi mente puesta en logros más humildes y quizás en Menorca como lugar de expansión. No vaya a ser que nos salpique la tentación del pecado del paraíso fiscal. Disfruten de mi ausencia hasta la semana próxima. Y por favor digan a sus políticos que no sigan el ejemplo de nuestro personaje del relato. Ah, y que tengan buenas experiencias oníricos en este verano que aprieta y nos deja sin oxigeno.
Kerouac97@hotmail.com
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