
La noche anterior se tomó la luna y las estrellas. La conciencia de un suspiro con el licor en el gaznate. La sensación fue que se tomó la vida, que las greñas de la insatisfacción eran motivo de un largo y crepuscular camino.
Eran los motivos sobre sus hombros los que hacían el contrapeso y aniquilaban cualquier expresión de ilusión.
Mientras subía la Cuesta de la Sangre, sentía el correr por sus venas de gotas compuestas de desesperación. La cuesta empinada no era motivo de cansancio sino que era el agotamiento de su vida lo que motivó los tragos nocturnos en un aquelarre de olvido y sanación. Consiguió la amnesia, pero lejos de curarse la carga era aún más pesada.
La rueda no avanzaba y el dinero no se movía y ante esa inclemencia los sueños se derrumbaron.
Recordó a través de inconexos flashes de recuerdos escenas de los días anteriores. Se recordó implorando un dinero que no le pudieron dar. Su antigua empresa estaba a expensas de ingresar un dinero que no llegaba, porque los clientes no tenían liquidez ni a medio ni a corto plazo. Un estigma importante en los silos de la economía. La rueda no avanzaba y el dinero no se movía y ante esa inclemencia los sueños se derrumbaron. Descreído de las causas y desmerecido de mejor porvenir, subió a la explanada del castillo y desde la atalaya contemplo el paisaje. Solo pensaba en la decisión a elegir
El fracaso eran las suelas de sus pies y todo el camino recorrido eran movedizas aguas que quebraban cualquier futuro por vivir. Ante esta disyuntiva, hacía tiempo que había dejado de enviar los cheques a sus familiares. Los costes de sus vidas eran motivo de preocupación. El grifo cortante de la liquidez monetaria era secano en pecho humilde.
Allá en la patria, donde supo crecer al albur del destino. A caballo entre la calle y la vileza de los supervivientes en el trago largo del callejón y los adoquines, del tropezón y la huida, de la voz de la madre y de sus hermanos disgregándose, entre la impertinencia de la pobreza. Así, encontró un mapa y recordó la madre patria, de donde los Pizarro, Almagro, el 'Sansón extremeño' y demás conquistadores partieron para posteriormente fundar el Trujillo del Perú.
Entre el hilo de la resaca y la sinrazón de su vida, se perdió entre las causas y se vio recién llegado a la ciudad de sus antepasados. Aquella mezcla mestiza que tanto favoreció al asentamiento allá en las Américas. Ahora ya, familiarizado con la estatua ecuestre que también conoció allende los mares por la estatua gemela que donó su creador Ramsey. Ya conocido el paisaje y mamado de las piedras que dieron nombre a los pueblos vecinos y a las calles donde háabitó las desventuras de su aprendizaje. Pero, a pesar de todo, no dejaba de ser tierra extraña. Una llamada inveterada y arraigada en la profundidad de la tierra, le llegaba a lo más profundo de su corazón. Cerró los ojos y desde la torre más alta del castillo lanzo una piedra a la vez que gritaba la palabra más hermosa que se le vino a la mente en ese mismo instante: "libertad".
La noche asumió el curso de los acontecimientos y cubrió las calles y los nombres; las palabras y los hombres, de un negro sepulcral al que bendecir su silencio y sus cuitas de calma.
El resignado rumiaba la solución como noria girando sin freno. La faca cortante de la desesperación realizaba su función inquebrantablemente. Los minutos eran segundos de arena en su pulso marchito. El ritmo descompasado de su corazón era una quimera que no llego a resolver, al menos positivamente. La decisión tenía que ser puntual con el amanecer. Su Trujillo natal esperaba. Perú la asignatura pendiente de la que escapó no guardaba rencor. Y de los hijos sostenidos por las amplias miras de las cuadras y sus barrios, solo esperaban su perdón.
Por mal que vayan las vidas de los presentes y los desprecios de la economía en nuestras vidas, siempre habrá algún lugar al que regresar. Sin reproches y con los brazos abiertos. Un reencuentro de trago largo y un verbo que descubrir, ahora que fenecen estancias desiertas y agobios de dudas y frustraciones. Me despido hasta la semana que viene, disfruten de mi ausencia y nunca olviden el lugar al que alguna vez regresarán.
Qué bonita la palabra LIBERTAD
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