El que espera, tiempo le sobra. Atesorando sus minutos siempre aguardaba en la misma esquina. La misma posición que anteriores ocasiones. Luciera lluvia o palideciese sol, el caso es que ella le esperaba. A veces, le llevaba algo de comer.
Con el tiempo su amistad fue creciendo y compartieron risas de café. Tantas horas a la intemperie solo por aguardar su venida. Más aún, su derroche de tiempo era consecuencia de un paro mal digerido. Y allí estaba ella, para curar su mal de amor, o la soledad de los días que no casan con el fin de la semana.
Como todas estas cosas, siempre hubo un principio. La relación fraguo en el momento que ella iba al trabajo. Algunas veces se rezagaba solo por verle, por escucharle. Con esa azarosa casualidad del encuentro posibilitó el tránsito del afecto y de la necesidad. Cuya finalidad no eran los retrasos a su puesto de trabajo, sino las audiciones de sus sentimientos y la condición callejera de sus conciertos. Siempre le alegraba el alma.
Así, la visita se fue haciendo diaria. El encuentro fuera del lugar canalizó y afloró una relación. Intensificándose cuando a ella le despidieron. Las horas cambiaron y su sintonía se intensificó. Las horas de sus cuitas se grabaron en la voz del día y en el pecho de su compañía. Orgullo callejero para dar color a las almas de los viandantes.
Ella disfrutaba con él observando la gratitud de la gente por su buen hacer. Por el carisma de sus canciones y, por esas notas de optimismo que desafiaban a los lunes con su café cargado de semana. Como también agradecían la ausencia de pesadez y de fiebre pedigüeña.
Estaban juntos en la esquina de la calle, escenario de su concierto diario. Con la discreción del que no se hace notar, pertrechaban el día de la música necesaria para los corazones solitarios y aturdidos. Para los clientes de habitaciones de hoteles rompe corazones o los monótonos de monóculo de mirar constante. Quizás, a los hombres de buena voluntad que tercian con el día a día, con la pregunta del futuro desparramada. Así, vistieron la calle con los acordes de su presencia y de su amor. Una canción, un poema o una simple mirada de gratitud. Con ello llenaban las horas de su acera y de su público.
En el foro de nuestra hispanidad, han decidido grabar con nuevas sanciones la mala salud pública del ciudadano.
Ahora, el prostíbulo de los impuestos ha girado de nuevo en el más difícil todavía. En el foro de nuestra hispanidad, han decidido grabar con nuevas sanciones la mala salud pública del ciudadano. Un endurecimiento pecuniario que desde la ley de 1948 no se daba. A este paso, hasta el pobre de luna llena tendrá que pagar por la luz del satélite. Por la acera enquistada en sus riñones. O simplemente por saludar al alba. Otro perjuicio será para los músicos que se buscan la vida como perros callejeros. Reconozco que muchos no son músicos y son molestos como garrapata en cuerpo propio. Pero muchos ni molestan ni te piden. Tratan la realidad con respeto y alegran el día del que pasa.
Esperemos que el ayuntamiento de Trujillo no copie ideas similares para los que disfrutan de la vida diaria y viven la calle con respeto. No vaya a ser que pongan un impuesto que grave la circulación de un balón de fútbol o una tasa por caminar entre las trochas.
En fin no digo nada. Disfruten callejeando como también de mi ausencia hasta la semana que viene.
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