Artículo publicado en el periódico digital La Opinión de Trujillo el 17 de diciembre de 2013.
“Se aferró”
Se aferró tanto a la única posibilidad que, la soledad indeseada era la amenaza que constante cercaba su sitio.
De nombres y enseñanzas conocidas su verbo se iba despoblando. El horizonte cada vez más cercano iba grabando su epitafio. Los huesos del Sur clavarían el polvo de su momento. Con la lírica como revulsivo donde esconder su sombra del miedo. Cada vez los nombres le abandonaban, no por cuestión de olvido sino por ausencia. Cada vez la daga del futuro era más viva y reluciente. Sus recuerdos se recostaban. Su constancia era la lucha por no olvidarlos, retenerlos. Amarlos con el desespero del mancillado. Ahora que la pensión de un jubilado era su única compañera, los fantasmas del pasado su presencia y el ayer su único presente. La vida arrostraba su esencia como cuerpo cierto de la decadencia vital.
Hacía tiempo, supo ya que, la noche de sus victorias pasó de largo del andén de su rostro. De la querencia de su presencia fueron agonizando las ausencias. Sensacional estado que se fue trasformando de una manera natural y silenciosa. Imperecedera e imperceptible. Muchas veces pensó abandonar. Otras en cambio, huir. Pero la resignación fue su lucha y el repaso diario de los tiempos vividos fue su ilusión. Precisamente allí, era donde se sentía reconfortado como una función de magia y arte de ensimismamiento. En su territorio dorado, la causa de su vida. Su hogar, su libertad. Desde allí, la fortaleza de su soledad se hacía menos dura y más llevadera. Los sueños se volvían a materializar y a presentar. La vida no era tan dura. Su espíritu de anciano indómito adquiría la rebeldía de la anhelada juventud. La muerte, podía esperar. Los dorados cincuenta volvían a sonar en la gramola de su palpitar y la brillantina repasó sus entradas salvajes. Desafiando con desdén el frío invernal que le presentaron sin querer.
Adquiriendo el sabor de un Bourbon en la pose de su boca. De su bonita y reluciente gramola surgían exquisitos caprichos de tres compases. Cuerda y sentido de su rejuvenecer y todos volvían. Su teddy girl y sus morritos dulces en un abrazo de superviviente. Difícilmente recordaba las cosas cercanas pero el pulso del rock and roll jamás le abandono. Ya que, por siempre joven fue en la quimera de los tiempos. Y por siempre rebelde ante achaques y vejez. Retando al paso del tiempo como único motivo de superviviente. Como única excusa de un ser indignado ante la historia de la vida.
Ahora que, se acercan las fechas que determinan la bondad del ser humano y se aferran a la necesidad del consumismo dirigido, no olviden la amabilidad y la educación como último reducto para asistir las emociones y las necesidades de afecto de una población marginada por las derrotas del destino y por la naturaleza de su expresión. No duden en sonreír y mitigar su soledad con un saludo, un diálogo o cualquier adalid que gratifique el alma de los mortales. Simplemente con esa voluntad saciarán muchos anhelos sin apenas esfuerzo. Y verán que no es tan difícil hacer de la vida un placer continuo. Independientemente de la edad que porten. Independientemente del dinero que tengan. Es una manera sencilla de ser útil a la sociedad, pudiendo valorarse como gratificante por el emisor y gratificado por el receptor. Y viceversa.
Así pues, me despido con la mejor de mis sonrisas y con un cortes hasta pronto, disfruten de mi ausencia hasta la semana que viene. Que las ausencias se mitiguen con nuevas presencias y de su química el optimismo de la ilusión sea carne de destino placentero para todos los que pacemos en nuestra comunidad.
Kerouac97@hotmail.com
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