Bocetos en el metro: la lengua de costa de los que emigraron.
Los gritos del miedo recorren la vileza de la costa sin nombrar tierra en la voz de los tramposos. Territorio de nadie en lengua de mar instalado la jodida servidumbre de tu podredumbre. Los cielos se abren y las nubes son mortajas que ascienden por la vereda secreta en descuidos de desaparecidos. Claman familias por los egos perdidos la fiereza de las instituciones es barco varado en la lengua desesperada que atrajo la sensualidad de la muerte con el compromiso de las reglas. Azota la marea la conciencia de su rostro y la desesperación es brote de locura mientras los nombres han abandonado suelo firme y libertad por los hombres uniformados. Tierra y libertad en el final de la lengua de la playa, en la des posesión de su orgullo. Aquieta el remordimiento entre la brisa. Aquieta la noche la calma oscura. Los susurros del miedo penetran en los huesos como humedales de muerte y destrucción.
Manolo atusa su bigote. Exhala el humo de su última calada. Ajusta su tricornio para perderse en la costa de los muertos que emigraron bajo la luz de las candelas carnales que atraen su mirada y poseen su esquizofrenia.
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