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"Que el fin de año no sea el fin del mundo"

Que el fin de año no sea el fin del mundo. 

Las noches de insomnio son interrogatorios diarios en blanco. Mientras Charles Dickens se revuelve en su pabellón del mas allá. El carácter de los cuentos navideños pergueñados contra el trabajo infantil, en un principio, están más obsoletos que nunca, ya que los valores que pretendieron inculcar, se diluyen entre el arrebato del moderno estado. 

Nuestra democracia asimila en muchos aspectos el carácter humano como evolución histórica y social de caracteres. Por eso, el libro de Dickens sirve como viaje ilusorio y real, valga la contradicción. Y es que los tiempos ya no están hechos para la lírica. Veamos pues nuestro sistema constitucional, asimilado al crecimiento de un hombre. Comienzo por una etapa de aprendizaje, de curiosidad como un bebe y niño. Aglutinando todos los conceptos. En su desarrollo personal seguirá asimilando y perfeccionando el crecimiento. Para llegar a una etapa de exaltación de la ilusión, de la justicia y de los logros sociales. Será una etapa de invulnerabilidad y de confianza. Todo resuelto, invencibles al futuro. Para pasar por una etapa de maduración y escepticismo, de contrastes insalvables y de pérdidas existenciales. Vulnerando la capacidad del sujeto por la masa dominante. Tal y como sucede hoy en día, la democracia rendida al poder de la casta y al juego desigual, tengan como ejemplo a la Infanta y su esperpento de encuentro con la justicia. No solo vilipendiando la inteligencia femenina sino aupando al machismo como estandarte demostrando la incapacidad y la ignorancia de la representante de la familia real imputada para bien de la justicia. Pero con innumerables bajas judiciales en el camino, al intentar cualquier traba al poder de la casta. O bien intentando de una manera eficaz y rápida los permisos de tercer grado a los capitanes de la "Gran Caratuna". Podríamos decir que igualitario el trato al que hubieran recibido cualquiera de ustedes si un delito presunto hicieren. 

Pero no quiero desviarme de la diatriba que me llevó a escribir estas líneas y que me recuerda al bueno de Dickens maldiciendo el sistema Keynesiano y todo lo que se ha convertido. Si ya de por si el espíritu fantasmagórico de los personajes del cuento llevaban al protagonista,-avaro, huraño, anti navideño- a recorrer pasado, presente y futuro para recuperar esos valores olvidados. Hoy en día no se qué tendríamos que hacer para reconducir al hombre como tal. Además de colapsarnos con la influencia yanquee en el quehacer de estas fechas que, no considero negativo si solo cogemos lo positivo. Pero el axioma, tanto tienes tanto vales, esta penetrando en demasía en los niños españoles. Regalos por Navidad, por Reyes etc. El peso material desequilibra la balanza quedando lo espiritual de estas fechas en una simple película de dibujos animados. Se me ponen los pelos como escarpias al pensar que estamos criando la mayor generación de fracasados que tendrá este país. Me aventuro al pesimismo cuando todos estos niños comiencen a recibir sus primeras negativas. Sus fracasos sicológicos al no poder conseguir nada sin esfuerzo. Aunque sea pájaro de mal agüero no me gusta como caza la perrina en estos casos. La sociedad, a pesar de nuestro cariño, está creando perdedores sin querer darse cuenta. No hace bien para el desarrollo del niño esta constante ráfaga de impactos equivocados, esta sobreprotección que recuerda al Rey del Pop, roto en añicos al traspasar su urna de cristal. 

Pero no quiero contagiarme del tono del artículo y seguir frecuentando algo que no debemos olvidar: la ilusión y los buenos deseos. Por eso, espero que el fin del mundo tarde en llegar, porque así recuperaremos antes los valores positivos del hombre. Sirva pues para desearles un buen año, acorde con sus hechos pero no por lo que tengan. Disfruten de mi ausencia hasta que el tiempo vuelva a consentir nuestro reencuentro. 

El frío sea artículo de unión y que los perros ladren por un futuro mejor. 
Que la tabla de salvación sea la voluntad de todos. 




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