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"Soledad de los días"



"Soledad de los días". Cuento de Navidad. 

Temido el día a pesar de los pesares, el sino es evidente y único. Nadie puede contradecirle. 

Contemplando los pasos cansinos, la mirada baja como el directo al corazón con la rebeldía de la impostura y la carga viral sobre la cabeza y la espalda. Puliendo los hombros y la cerrazón del dia. Sombras oscuras bajo metro llamado tubo en new York. Nervios de reposo en cama, llega nieve sobre señuelos de ilusión. Ninguna mirada turbia de otoño asimila frío de invierno y soledad de Christmas de diciembre. Grave y circunspecto con el pensamiento atropellado y ya no hay cuidado. La suerte está echada, la vida concisa pasa bajo el subsuelo. Son historias de dos piernas. Cabeceras de cama y mesillas de noche para relajar tempestades. Sueños de alaridos y persianas sin cerrar. Navidad que crece en la violencia diaria con el deseo que será de los sueños que vendrán. Asimilando soledad en pañuelos del adiós. Sirenas de ambulancia por doquier de los silencios olvidados. No hay respeto para los oprimidos, no hay adiós formal para los que estuvieron. Como bares de carretera de usar y tirar son las expresiones cotidianas mientras ellos permanecen solos. Y algunos, enfermos. El chapapote de la soledad cubre las almas y los cuerpos se baten en desgana. Ni un maldito tequila insano que maldiga los minutos dados y las horas permitidas de derrota en el chorro de la memoria. Voz de autista y militante de sueños rotos. Esa es la existencia anónima de la ciudad a pesar de reforma de urgencia y cita de psicoanalista. 

Con la voz rota y su imagen sola marco con insistencia el uno, uno, dos. Espero con la impaciencia del que no tiene tiempo. La voz metálica del otro lado le hizo llorar. Quiso colgar, pero un último impulso de esperanza le hizo esperar. Por fin una voz preguntó. Solicito y descompuesto inquirió por un trago de compañía que le mitigase el dolor, por no preguntar por la ausenta absenta que compartió bohemia y juventud. 

Era malditismo suficiente e injusta la plegaria. Su incomprensión era tan alta y frustrante que jamás comprendió los motivos de su soledad. No creyó nunca merecerla porque fue un hombre de bien. Pero estaba cansado ya de la inocentada más amarga de su existencia. Quiso despertar en los oníricos sucesos de su pasado en forma de bucle. 

Y así, volvió a vivir. Ese fue su premio. 

JaviJerryLee®Diciembre2014

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