Acoso
Artículo publicado en el periódico digital La Opinión de Trujillo el 29 de Septiembre de 2015
Barruntó su estado y rezumó tristeza en soledad de incomprensión. Las cuitas de sus seres queridos no fueron suficientes para dar el valor necesario.
Como un hito que marca frontera desconocida, un grito de esperpento entre el silencio de la masa.
Su ego había quedado sostenido en el filo del abismo. Los brotes originados por el infortunio lamentaban la presencia de los fantasmas indeseados. Se echó a llorar con la fuerza del torrente. El gesto de rabia le hundió entre los pliegues de la almohada, mordiendo las arrugas de la tela como venas en yugular. No mitigó su desesperación pero sí quebró por un instante las razones de su tristeza.
El desplante de su conducta fue el ocaso de su futuro laboral en la empresa. Ella, chica sencilla, de buen tipo aunque algo flacucha. Su único "defecto", la conducta pectoral que intimidaba a los hombres y cercioraba la plenitud de su sexualidad. Quizás desafío para los gerifaltes que, obtusos, creen tener el derecho natural de poseerlo todo. Cuestión de casta o económica.
Por esa extraña razón, su jefe se encaprichó de ella y comprobó la fuerza impenitente del acosador. Con la capacidad de un tigre de Bengala engarzado al poder de su empresa y a la imposibilidad de que una movilidad funcional o geográfica le arruinase los planes. Debido, claro esta, al guión que sirve para todo y es excusa tardía para muchos asuntos, a que son tiempos de crisis, la empresa no puede habilitar ningún cambio que suponga costes económicos que no se amorticen de inmediato.
Con el beneplácito de la confianza establecida durante años en la vida de la empresa, ella no sospechó nada. Su ingenuidad y la inseguridad del verdadero valor de su trabajo en el mercado hizo el resto. Siempre se había sentido valorada y su ego lo reafirmaba pero de cara al exterior el valor era ignoto. No pretendía ensuciar su mente con alharacas económicas y por eso siempre se daba por satisfecha idependientemente de las tareas por hacer, aunque no era sumisa, ya que le enervaba muchas de las actitudes y acciones que se daban en el día a día.
Su jefe siempre requería su presencia, incluso para buscar clientes, cerrar tratos o acudir a celebraciones empresariales.
Impulsó su puño al aire y navegó por la influencia de un deseo no saciado. Continuó perdida en sus pensamientos cuando recordó que, su jefe siempre requería su presencia, incluso para buscar clientes, cerrar tratos o acudir a celebraciones empresariales. Siempre solicitaba su compañía. Pasado un tiempo, las fiestas eran el paso siguiente. A ella no le importaba porque estaba soltera.
Un día le presentó a su mujer. Congeniaron y le pareció simpática. Notó complicidad entre la pareja. Sonrió en la habitación perdida y los ecos del pasado retumbaron en la estancia. La persiana se cerró y la luz deslumbró su mente. Los besos de la esposa eran marcas en su piel como el ganado en el establo.
Mientras puercos de corbata y rapiñadores de debilidades humanas habiten el entramado socioeconómico y laboral, la ecuación de la corrupción será difícil de resolver. Ya que, una de sus incógnitas, el acoso tanto laboral como sexual, son lacra y elemento coercitivo que impide el desarrollo natural y efectivo de valores humanos necesarios para el buen fin socioeconómico que queremos y necesitamos.
Les dejo pues, hasta la semana que viene espero. Disfruten de mi ausencia.
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