Oh Jhonny.
Con la constante distracción de su cuerpo entre las cortinas de su pensamiento dispuso los minutos para reencontrar sus manos nítidas. La caricia locuaz que aplicaba su loción sobre el cuerpo. Con la voluntad de los pechos en libertad de movimientos.
Una calada profunda de marihuana hizo el resto. Exhalo el humo sopesando la gran verdad del instinto. Los ecos de su risa se precipitaban a borbotones como cascada de agua, con la fuerza de una estampida de deseo.
En la quebrada ilusión de las horas la avanzada de sus pesadillas proseguía consumiendo devastadoramente el raciocinio que le permitía la solución de su mente.
Es tiempo para dejarse llevar, ella se marcho tras la locura de una aventura desesperada. No se dejo llevar por la esquizofrenia. Ni siquiera esperó, tal y como él le dijo pensando en la buena fe, ya que todo cambiaría. Así se lo dijeron.
La calma era como calima veraniega. El estado lisérgico del que se vanagloriaba había parado el tiempo. En un corte profundo la planicie se hizo como un eco que traspasa unas hoces naturales. En lo profundo del terreno se mezcla la iracundia con el estado pasivo de su ego.
Ya no sentía correr las palabras y el desastre comenzaba a ser asumido. El mescal o cualquier sustancia no era capaz de frenar el holocausto.
Recordó el nombre de sus padres y fulminado por su imagen derroto lagrimas en su rostro. Echaba de menos los consejos y el cariño de sus progenitores. Estaba desalmado en la estacada de un destino del que nunca procuro huir. En la bancada de un futuro incierto.
Así, con su desesperación enguantada y su grito ahogado en una bocanada de imprecaciones, cerró los ojos. Borró todo lo que le hizo feliz.
Johnny, cogió su fusil.
Con la constante distracción de su cuerpo entre las cortinas de su pensamiento dispuso los minutos para reencontrar sus manos nítidas. La caricia locuaz que aplicaba su loción sobre el cuerpo. Con la voluntad de los pechos en libertad de movimientos.
Una calada profunda de marihuana hizo el resto. Exhalo el humo sopesando la gran verdad del instinto. Los ecos de su risa se precipitaban a borbotones como cascada de agua, con la fuerza de una estampida de deseo.
En la quebrada ilusión de las horas la avanzada de sus pesadillas proseguía consumiendo devastadoramente el raciocinio que le permitía la solución de su mente.
Es tiempo para dejarse llevar, ella se marcho tras la locura de una aventura desesperada. No se dejo llevar por la esquizofrenia. Ni siquiera esperó, tal y como él le dijo pensando en la buena fe, ya que todo cambiaría. Así se lo dijeron.
La calma era como calima veraniega. El estado lisérgico del que se vanagloriaba había parado el tiempo. En un corte profundo la planicie se hizo como un eco que traspasa unas hoces naturales. En lo profundo del terreno se mezcla la iracundia con el estado pasivo de su ego.
Ya no sentía correr las palabras y el desastre comenzaba a ser asumido. El mescal o cualquier sustancia no era capaz de frenar el holocausto.
Recordó el nombre de sus padres y fulminado por su imagen derroto lagrimas en su rostro. Echaba de menos los consejos y el cariño de sus progenitores. Estaba desalmado en la estacada de un destino del que nunca procuro huir. En la bancada de un futuro incierto.
Así, con su desesperación enguantada y su grito ahogado en una bocanada de imprecaciones, cerró los ojos. Borró todo lo que le hizo feliz.
Johnny, cogió su fusil.
JaviJerryLee®2015
Julio día 23.
Un poema muy triste, señor Jerry Lee... pero no por ello malo ni muchísimo menos, claro está.
ResponderEliminar¡Johnny nos ha disparado y sus sentimientos nos han dado de pleno!
Enhorabuena, Javi.