Coronavirus 15
Con altanera elegancia aposté mi garbo despistado y con expresión infantil y curiosa rebusque entre los anaqueles. El lomo rojizo y gastado de la piel que recubría el tomo me señaló la evidencia. Lo que años ha, había sido objeto de cotidiano hábito, su consulta fue decreciendo a medida que los enchufes se acercaron.
Hoy me he propuesto jugar, inspirado por la insinuación de mi querida amiga lectora Renate, de procedencia teutona, pero española ya de acción y elección. Agradecida, me dijo por la lectura de mis textos porque tenía que repasar su diccionario. Refrescando su memoria y su lengua de adopción.
Basado en esta confesión, he buscado en mi biblioteca una edición magníficamente encuadernada, de los episodios Nacionales de Benito Pérez Galdos, la tercera serie, publicada en 1971. Escritor costumbrista que me acercará a cierto realismo que pudiera asemejarse a este año. Y así, en la visión de su año 1837, recuperar palabras desdibujadas o desconocidas ya. Para así volver a jugar con el diccionario como cuando era estudiante sin intención.
Con el transcurrir de las horas, la llamada de la raíz se hizo evidente. Pensando en él tráfago diario de los héroes y apelando a pequeñas dichas para conseguir la cabal frecuencia de los valores perdidos, mi madre me enunció el problema y juntos afirmamos la solución. Porque por muchos alifafes impuestos, la suerte de la correntía de lo aprendido en la sangre queda en su poso. Don Restituto Diadosa Palacios, padre de mi madre y por tanto, abuelo mío, nos inculcó el amor a sus coterráneos y la ayuda al pueblo en épocas de menester. Por lo cuál decidimos no huir a la casa rural sita en el arrabal de Huertas de Animas, en Trujillo. Sino cederla para el uso de una familia por motivos de prevención, tal y como nos fue solicitada. Volviendo a recuperar las enseñanzas de Don Resti. Porque este remoquete recibido en el corazón debe interpelar a lo que nos arrebataron con los años. Al romanticismo de un mundo perdido. Con cada mínimo acto. Con cada mínima ayuda. Para que el hombre no se sienta desairado. Como los yogures y el pan que nuestra querida Nico dejó ayer a mi madre. El vecindario contra el individualismo impuesto por el ritmo apabullante del capitalismo. El tiempo perdido contra el paso lento. Estoy convencido, algo de lo apreciado tiene que cambiar. Este atajo en nuestras vidas convertido en un tajo salvaje, debe con descaro hacernos meditar y con rabia recuperar la raíz de la esencia humana.
Sigan resistiendo, por favor. Sigan bien. A pesar de los embistes y cornadas. Nuestro aullido poderoso debe resistir unidos.
Día 15 27 de marzo de 2020
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Kerouac97@hotmail.com
Hermosa historia familiar, señor Jerry Lee, y ejemplo entonces, ahora y siempre.
ResponderEliminar¡Gracias por otra inspiradora lectura más en esta cuarentena!