Coronavirus. Día 8
La calma necesaria para evadirse. Porque todo tiempo necesita de su reproche y el reproche, de su tiempo. Los sonidos penetran y un ligero dolor de cabeza asoma.
Hoy he decidido dejar de lado las noticias. Ya hay una ausencia en el panteón de los conocidos, la dulce Cristina, efecto colateral de la pandemia. Por eso, quiero obviar los agoreros presagios de los entrenadores sin equipo. De los falsarios de la verdad. De los aventureros disparatados, como fantasmones, que quieren hacer siniestras conjuras. He huido de los adivinos de un solo ojo, no vaya a ser que acierten el mío. Incluso he obviado a los charlatanes cansinos que, venden biblias sin religión o incluso libros, liberados del Iva, pero en chino. Por cierto, yo crié perros pequineses y nunca vi a Buda, cómo les pasa a muchos visionarios de lo ajeno.
Intente acercar mi mente a la cotidianidad de unas tareas del hogar, a las últimas rutinas de mi precario trabajo, al vaivén del torbellino de mi fruto, a la lectura de unos poemas de Neruda, al embrujo de la capacidad del león de Belfast y a otros menesteres de un calibre más íntimo que, carecen de importancia en estos momentos. Por un día, mantuve en blanco mi mente de cifras arrojadizas. No quería mancharme de miedo que, paulatinamente va enfangado todo. No quería despertar las alarmas de mi niñez ni las sirenas de mis derrotas. No quería inmiscuirme en diatribas carentes de sentido. Solo quería bucear en lo sencillo sin molestar. Quería sonreír sin atisbo de medrar, mirar sin censura y gritar bravo cuando la cita de costumbre llegase a su hora. Quería deglutir los instantes sin sentirme culpable, fagocitar los segundos en espera de un beso. Quería sentir sin necesidad de estresarme y, absorto en mis acciones, obvié lo demás. Al albur de la noche atisbe una idea y la plática de su pose con mi alter ego, quizás derivando en hecho futuro.
A veces, es necesario parar y meditar. Darte cuenta de los fallos y reconducir tu deriva. Por eso, es importante que saquemos las conclusiones positivas de este encierro. Que las hay y muchas también.
Por cierto, este ligero dolor de cabeza, espero me lo hayan producido todos esos personajes de los que huí o descansé. De personas cercanas que, con actitudes irreflexivas y egoístas, quieren satisfacer necesidades fisiológicas atávicas poniendo en peligro la salud de su círculo familiar, ignorando los beneficios del buen arte del onanismo para complacer y satisfacer sus carencias.
Sigan resistiendo y hagan acopio de paciencia. El aullido seguirá siendo poderoso en nuestra resistencia.
Día 8. 20 de marzo de 2020
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Señor Jerry Lee, lamento la pérdida que nos apunta y le agradezco un día más su calma, reflexión y acertado optimismo en estas fechas extrañas.
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