Coronavirus día 26
De chismes de barrio.
“Albatros”, canción de Fleetwood me traslada a idílico lugar. Con el peso de las horas asaltándome y escurriéndose. Los días pasan rápidos, exceptuando las rutinas, pocas tareas se ven completadas. Los estados de ánimos sorprenden a cada amanecer, el páramo es silencio y ausencia. Tras los vidrios una belicosa efervescencia muda por no medrar. Las ilusiones se amontonan como las noticias se propalan a pesar de los pesares.
Ahora que todo se hace más local y que en la Comunidad de propietarios donde vivo era escasa de saludos y bienvenidas. El mutismo sobrevenido o el mirar hacia otro lado con mal disimulado gesto era consigna cabal de los tiempos modernos. Pues bien, ahora, vuelve a aflorar sentimiento de barrio y preocupación por el prójimo. Ahora, que las consignas son de botica cerrada y expresión de ausencia es cuando más necesitamos el contacto con nuestros vecinos. Ronroneando como gatos al sonido de una voz conocida.
En estos días y como en historias de una escalera, de Delibes, nos mostramos humanos y con la percepción de un pueblo, por la proximidad y el conocimiento de los habitantes del entorno. Así, pude saber cómo una vecina está de baja por maternidad, de pocas semanas está la buena mujer, justo con el ajetreo patrio. En el patio entre bolsas de la compra y la cadena del perro se cuelan noticias luctuosas. Pobre, descanse en Paz. Otros que vuelven de allende, extranjero lugar, bien hallados sean. Incluso un vecino a cuatro metros de distancia, mientras, nuestros perros se acomodaban para hacer de la necesidad una micción, me hablaba de la trapaza de los medios y del mundo errado. Extrañas luces en el cielo y aviones con nombre de guerra surcando los espacios. Como en la guerra del fin del mundo, de años luz venían a arrojarnos de nuestra indignidad. Mundos desconocidos que certifiquen nuestro mundo y, nos esclavicen por indolentes los extraterrestres que ya llegaron.
A parte de estas mundanas noticias, hubo tres que por la gravedad de los acontecimientos que vivimos me sorprendieron. Alguna me indigno.
Aprovechando la Semana Santa y en espera de actividad pues que bien, mis pies en polvorosa y segunda residencia para disfrutar del ego de nuestra materia. Para vanidad la del incauto. En estos lances de orgullo patrio que mejor que la siesta en la playa y los que no pueda se jodan. Alguno ya ha marchado. Arreó la chequera de firma y segura multa espero. Solo por insolidarios. Que de placeres mundanos ya habrá tiempo.
Otra de mis vecinas estaba de los nervios. Con el acicate del temor al virus, estaba tranquila porque su madre habitaba sola su casa. En la reserva de sus deberes de abuela y en la reserva del espolio de madre. Compartió conmigo una encomienda que la intranquilizaba, pensando si había sido mala hija. El hermano echaba las culpas de que no pudiera ver a su hija porque se lo había prohibido según el. Pero como podía decir eso el taimado caradura de egolatría subido y sentido común desvariado. Separado el de su mujer. Cogió bártulos y aperos para irse a vivir con su madre. Mala consecuencia de rotas parejas. Semana alterna la hija pasaba una semana con la madre, la siguiente con el padre en casa de la abuela. Años ha de esta situación. Con la argucia del desvalido ni piso de alquiler buscó. Si a esto sumamos una novieta necesitada de cariño. Que con silbo encantamiento de acaparadora y mal consejera, atrapa el poco entendimiento del hermano de mi vecina. Poderoso dicho el que pregona pueden dos tetas más que dos carretas. Cierra España y vámonos, aunque chuzos de punta caigan. El es un incomprendido y su ego cabe en un tonel porque el mundo esta contra el. Pues bien, a pesar de que pudieron contener quince días a cada cual en su casa y contener en soledad a la abuela de cualquier peligro. Va el caradura que no sabe enfrentar sus problemas y, cansado ya de quitar el polvo a la telaraña de su cebolleta y echar unos buenos polvos con que saciar el cariño de su amada, dispone que es hora de regresar. Que echaba de menos a su hijita. Seguro que no solo de la risa vive el hombre y que arrimar el hombro y hacer otra clase de limpias pues distrae nuestra felicidad. Reclama su hija y prestos acuden a casa de la abuela. A la sopa boba y aprovechar el tirón que lo único que importa es su disfrute. No pude más que indignarme en este podemos hacer lo que a uno le venga en gana y que se jodan, hasta los que me aprecian. Que la ventaja es la introversión de su chaladura. Aprovecharse de una inocente mujer como es su madre, vergüenza debería darle. Y como dice mi vecina, si él se hubiera alquilado una casa no me metería en su vida. Pero es mi madre.
Pre concedida iniquidad vista, es preferible no decir nombres de los aludidos en los chismes de vecindad. No vaya a ser que salga alguien escaldado y trasquilado y luego, ya saben, todo se sabe. Pero me voy a despedir con una anécdota graciosa. Esta vez si diré su nombre ya que es una positiva nueva.
El señor Re Sixto Solo, lleva la felicidad por bandera. El hombre a pesar de estar acostumbrado a la vivencia suya y de su espejo. No ha dudado en aprovechar el confinamiento para mandar correos electrónicos a unas damas que buscan relación estable. Con sonrisa inabarcable me ha dicho que está enamorado. Que ha conocido una mujer impresionante, dulce, más joven que el, culta, hacendosa, bienintencionada, elegante y varios epítetos elogiosos que ahora no recuerdo. Me dijo que al principio de su confinamiento estaba tristón, echaba de menos sus paseos. Pero que al conocer a esta musa del amor, pues que su alegría es volver a la normalidad. Tiene una ilusión que cumplir y que ella es el halago vital para pasar este trance. La verdad, me sorprendí pero me alegre muchísimo por nuestro convecino y su rauda presencia de lívido que resucita muertos. Me envió un correo electrónico con su foto. Aquí les dejo la dichosa foto de la agraciada. Juzguen si quieren por ustedes mismos. No envidien mucho la desgracia ajena. Pero de la ilusión también se vive.
Como el aullido de nuestro vecino el nuestro será poderoso también.
Día 26 07 de abril de 2020
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Kerouac97@hotmail.com
Señor Jerry Lee, veo (o mejor, leo) que no falta vida en su comunidad de vecinos. Gracias por compartirla con nosotros y así hacernos con su texto, una vez más, el día llevadero.
ResponderEliminar¡Cuídese!
Gracias por tus "aullidos "
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