Coronavirus día 27. Del abismo de la ansiedad.
Europa esta lejos desde el balcón. El recogimiento no será gratuito y la sociedad será trastocada. Nuevo mundo en precisión de futuro carente del privilegio. Enseñanzas que demostrarán el poso de nuestra responsabilidad en pos de la sostenibilidad de un mundo mejor. Equilibrio entre globalización y autarquía. Tierra y Libertad. Que lágrimas derramadas no caigan en vano. Que los humildes no sean desterrados y que la excusa no sea motivo de nueva explotación.
He caído en el pozo de la desolación. Tenía picos lógicos, altibajos psicológicos. Hoy la bruma me ha abrazado. He corrido disimulando por la irritación y la pena. Por el decaimiento y por la exaltación. Pero hoy ha sido diferente. Creo los expertos llaman ataque de ansiedad. Pocas veces creo haberlo tenido. No había consuelo ni en las lágrimas derramadas. Muchos callaran y ocultaran su descenso. Yo no tengo por qué. Me conmueve el orgullo del sentimiento sin ofensa. El puro como el del infante que ignora. El que brota de la sangre y cautiva el corazón. Pisando la mente y anegándose de pulsión.
No busco excusas porque no las necesito pero ha llegado tan hondo que he sentido miedo. Un miedo universal. Un malestar por no poder hacer más de lo que uno hace. La consumación de una frustración, el derroche de empatía ante los dispendios de desgracias que nos ocupan.
He sido derrotado en el día de hoy. Y lo que ayer era risa, hoy contempla la letanía del sacrificio. Por la incomprensión y la frustración. Por el encierro y la pérdida de Libertad. Hoy me falta el aire a pesar de Aute. Y no reescribo poemas de ausencia porque la ausencia es mia. Hoy paso de iracundias y quiero respirar. Despistar este paréntesis de horror.
Descuelgo el teléfono. Llamada de la Residencia. Vuelco al corazón. Cenicienta obsesión que se acrecienta como salvaje marea. Tú tía estable. Todo sigue bien. Pero el llanto terrible me sube a la garganta como si fuese fehaciente condena. Réquiem por los buenos momentos, rezuma el polvo de la oración. El poema se marchita en su obsesión y hay un halo de suspense de honrosa humildad. Dilapidando la razón y la achicoria de la verdad es cicuta del anhelo. Desentrañando la conspicua certeza de la fragilidad mental. Y en este tránsito la zozobra es una gestación de la ebria sentida lágrima. Anhelante horizonte de la belleza.
Que el aullido retome el impulso de su poder unido. Hágase la voluntad de nuestro esfuerzo.
Día 27 08 de abril de 2020
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Señor Jerry Lee, no desfallezca. Llore, desahóguese, pero no abandone su aullido. ¡Le necesitamos!
ResponderEliminarCuídese, amigo mío, y resista como el valiente que en incontables veces ha demostrado ser.