Coronavirus. Día 31
de inquietud.
Son la una, las dos, las cinco, las seis, las siete y no puedo dormir. Me levanto y voy a mi pequeño cuarto a no molestar. Despacho, si queremos darle empaque y prestigio. Cuestión de estilo y evasión. Como fuga necesaria comienzo a escribir estas líneas con la mente emborronada y el cansancio evidente.
Ayer después de un desayuno amable y de los ritos cotidianos, de las rutinas necesarias y reiteradas en el despertar de la marmota. Después de una ducha reparadora, del juego infantil y de la confortable reunión virtual. Después de la comida y la siesta. Después de todo, el runrún continuaba.
La llamada llegó. Acudí con el temblor del que espera fatal desenlace. No fue tal pero la esperanza escasea. Si no ha sucedido ya. Me inquieto al pensar en ello. Quizás fuera una advertencia, una señal de preparación ante el final del suceso. Ante el óbito temido. En un confinamiento solitario de residentes de riesgo alto. El peligro es diario y constante. Solos en la costumbre impuesta de los días. Sin una despedida cercana. Aunque su estado de calma me reconforta en medio de mi zozobra.
No duermo pensando en su ausencia y en la ultima vez que la vi. Un mes escaso. Hablamos poco, había descansado mal la noche anterior. Aunque su estado era plausible dentro de su necesidad. Poco antes del confinamiento me despedí sin saber que posiblemente iba a ser nuestro último adiós, mi pesimismo y, porque no, realista situación hace que piense así. Cargue con este presente, posibilitando la jaqueca no pedida y un malestar interno. Causa de la corriente de una ventana abierta y de esta zozobra que me viste, me tome un paracetamol después de cenar. Me acosté libro en mano con la intención de conciliar sueño. Imposible su efecto.
Me inquieta la duración de los días y me preocupa. Me exaspera estas dosis de impotencia. Me inquietan los comunicados de la Organización Mundial de la Salud. Me inquieta el mundo científico y sanitario por su inquietud, ir contra marea desdoblando esfuerzos, en su persecución y caza contra el virus.
Pero me inquietan de una manera preocupante otras situaciones. Me inquietan los comunicados del Gobierno diarios. Me inquieta su tardía reacción y los errores de bulto, incluso para un lego ingenuo como yo. Me inquieta el silencio y falacia de algunas Comunidades Autónomas. Me inquieta el miedo ante esta dictadura de izquierdas bolivariana que va a llegar. O quizás ha llegado ya. Me inquieta la ruptura y el miedo que nos llega. Me inquieta la oposición. Entre el 1 de enero y el 10 de marzo llevaron 107 iniciativas al congreso y ninguna sobre Coronavirus. Me inquieta que no hubo debate en el pleno del congreso sobre la COVID-19 antes del estado de alarma. Me inquieta la sombra alargada de la dictadura sobre nuestra piel de toro. Me inquieta que todos en sus declaraciones menospreciaran la enfermedad. Me inquieta este falso debate politizado de provecho y temor. Me inquieta el arma arrojadiza de la culpa. Me inquieta el patriota de salón que cantaba los goles del campeón, pero le irrita le saquen de su confortable egolatría. Me inquieta que el exaltado no haga nada, dentro de sus posibilidades. Me inquieta esta carrera de odio. Me inquieta el despropósito del ser humano. Me inquieta porque esto seguramente no habrá servido para nada. Solo para que los que tengan que sacar provecho, volverán a saciarse de la sangre derramada. Me inquieta la brecha del disparate.
Me inquieta este sueño leve que me persigue en estos días. Me inquieta el fatal desenlace y el desconocimiento de lo que vendrá después. Me inquieta esta espera sin parada. Me inquieta el amanecer que llega. Me inquieta que estas líneas no sirvan para hacerme caer rendido y dormir un poco.
Me inquieta el aullido, a pesar de los envites y embustes del destino, unido espero continúe.
Día 31 13 de abril de 2020
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Estimado señor Jerry Lee, quisiera poder darle algo de sosiego, ya no solo por amistad, sino también como justo pago por sus textos diarios que nos hacen llevar de manera más entretenida y digna el enclaustramiento al que la amenaza del virus nos ha llevado. Quisiera, pero no sé si tengo ese poder o habilidad. No obstante, sepa que su preocupación se reparte en mi corazon y en el de los míos; puede que de este modo esa carga le sea más ligera.
ResponderEliminarCuídese mucho y ánimo. ¡Seguimos aullando!
Increíble simplemente anonadado conmocionado por tus palabras
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