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Coronavirus día 51 De una historia de amor

Coronavirus día 51 



De una historia de amor

Crece la marea y los ciudadanos caminan. Lo ignoto del paisaje por ver nos plasma certezas en el corazón. Música de ritmo tranquilo embauca nuestro estado y en la diáspora que certeramente se anima. No sabemos si el grito primigenio de encerrarnos todos, lo antes posible, choca ahora con la apertura del confinamiento como algo perentorio, ya como claman los mismos que tachaban de asesinos por no fijarnos en territorio casero. Entre unos y otros menudo lío tengo en la cabeza. Como si fuera una película de buenos y malos. Cuando los protagonistas somos personas como tú y Como yo. 

Hay alegrías del día que conviene compartir. No os entreguéis a la desesperación y a la causa del odio pesimista. Ayer por la noche paseando a Donna me encontré a un viejo amigo. Casualidades de la vida, circunstancias de la franja horaria. Nuestra sorpresa se trasformó cuando me dijo que vivía cerca y estaba enamorado. Que maravilla de sonrisa, mariposas en el aire, ojos de párvulo adolescente y verbo tontorrón de inocencia clara. Todo por causa y gracias al confinamiento. 

Por motivos de trabajo, fue a vivir hace años fuera de Madrid. Antes del cierre de la ciudad, tuvo que venir por motivos laborales a defender un activismo social por una serie de irregularidades en unos despidos improcedentes, en la empresa para la que trabaja. En esta causa injusta y con motivo evidente de mediación, alquiló un apartamento compartido por una de esas aplicaciones de pisos. Primera vez que utilizaba dichos servicios. Más que nada por la necesaria rapidez e inmediatez, ya que le había parecido algo quisicosa. No quiso ser quisquilloso y confirmó uno de los primeros inmuebles que vio. El precio no le importo, ya que le pagaba las dietas la empresa. Un poco más caro, al estar en una zona céntrica y bien comunicada. Pero la imagen de la dueña le inspiró y le transmitió confianza. 

Se decretó el confinamiento y la empresa se desentendió. Precedente de preocupación y realismo costumbrista de lo que vendría después. La dueña comprendió la situación y asumió el hospedaje como un invitado. Afloraba la amistad en la convivencia. Supieron acoplarse en el respeto del que se va conociendo. Rozando el cariño y su puesta en disposición hacia que la sensibilidad se emancipara de la timidez de sus corazones. 

Cierta noche sus labios se rozaron a consecuencia de un abrazo. Puesta en práctica el recuerdo de lo que no tenían. Quisieron volver a sentir un cálido abrazo. Con la crudeza del que lo da sin condimentar. Con la verdad del sentimiento. El enlace provocó la liberación de las miradas arrobadas y la solución en la reforma de un romántico beso que trasformara sus existencias. La ocupación de sus manos eran los nervios de los dedos entrelazando los motivos de su génesis de cariño. 

En el recordatorio no permitieron recortar los sentimientos auténticos y en estas se muestran a pesar de la recortadura provocada por la mordedura de un despido improcedente. 

Nos despedimos con los mejores deseos y un abrazo al aire que disipaba cualquier contacto deseado. Volví satisfecho a casa, con la sonrisa pícara al imaginarme la situación y pensar en un nuevo artículo. 

En el buen rollo compartido un aullido crece a pesar de los alaridos virulentos. 

Día 51. 3 de Mayo de 2020

Comentarios

  1. Bonita historia, señor Jerry Lee.
    Gracias a la ilusión de su amigo y a la prosa de usted dibujan hoy una sonrisa en este lector.

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  2. Love is in the air!!!! Ahora que se puede respirar en las grandes ciudades .. Surgen relaciones afectivas no online y nos provoca un sonrisa melancólica. Aprendemos o desaprendemos????

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