Coronavirus día 52
De medioambiente
Que nadie nos quite el derecho a soñar. La prueba de un mundo natural rindiendo cuentas al escatológico comportamiento de los humanos durante el último siglo. Devastador y explotador en busca de mayores divisas. Con las dádivas del proteccionismo económico en aras de una mala entendida destrucción, sin equilibrar los desastres.
Otro paseo con Donna hace de mis pasos pensamientos intermitentes. No comprendo muy bien la prohibición de entrar en los parques públicos. Quizás consecuencia del desmán de los primeros días. El miedo a que vuelvan a repetirse los picnis en sus praderas o los partidos de fútbol o cualquier comportamiento irresponsable lleve a esta medida de precaución. Aunque viendo los resultados de hoy como evolución de los quince días precedentes puedan abrir la espita de la orden de apertura.
He imaginado a la naturaleza revolverse y a mi paso contemplo enseñanzas de rebeldía. Surgiendo rastros de hierba entre las aceras. Los árboles revolviendo con sus raíces iracundas el terreno y vistiendo de verde la cruda realidad.
Un efecto positivo del cierre de dichos lugares es que no tendremos que enfrentarnos con la temida oruga procesionaria. Tan dañinas para nuestros canes como bien saben por sus efectos secundarios producidos por la urticaria. Hasta nuevo encuentro podemos soñar. En vista del confinamiento y la calma de estos lugares la proliferación de conejos en las laderas es segura visión próxima. No creo que un jabalí vaya a estar horadando por Mendez Alvaro pero si especies más pequeñas y aves.
Atendiendo a esto, seguro que habrá una dinámica expansiva de crear más espacios protegidos. Siendo alrededor de los núcleos urbanos una solución que tienda al alza. Existiendo capacidad de cierta cohabitación entre humanos y animales, en determinadas zonas propiciadas tras la pandemia y las nuevas políticas medioambientales. Creando reservas cinegéticas para satisfacer control y a la vez, la gestión de la caza y la pesca.
Posiblemente, las aves rapaces hayan podido disfrutar de su época de cría sin tanto excursionista y dominguero de grito fácil y basura errante. Lo que si seguro es, el campo estará más hermoso y el paisaje agradecido ante este silencio del hombre.
En nuestro paseo, quizás por nuestro encantamiento bucólico, parece disfrutamos de un aire más limpio y del sonido del canto de los pájaros en nuestras calles libres de coches. Pero, será un espejismo, tan pronto las fases concluyan y el golpe de la nueva normalidad nos vuelva a tender la trampa del pan y del circo, del fútbol y la televisión. Tan pronto como vuelvan a atontarnos, con cantos de sirena, a un interés bajo que fracture nuestra economía y nos condene.
Hasta que todo eso ocurra sigamos soñando por un aullido limpio y respetado. Que sus cuitas tiendan a acampar en el sosiego de una honda respiración imaginando que todo irá mejor. Aunque solo sea un sueño.
Da gusto los parques
ResponderEliminarConfiemos, señor Jerry Lee, que, con la vuelta a la normalidad, no dañemos lo que la naturaleza ha criado en estas semanas de obligada cuarentena.
ResponderEliminarAl menos que salga algo positivo de esta pandemia.