Coronavirus día 59
De los mayores
En este depósito de días, para algunos perdidos. Los privilegiados deben ser agradecidos. El recuerdo de los mayores luchando con el miedo y la soledad es mi pequeño homenaje de hoy. Resistan pues su experiencia es la sabiduría que nos impregna cada día sin apenas percibirlo, para no soliviantar a los prepotentes y a los que les abandonan.
Huyó de las tierras de las mil danzas y en inquietud de milagro arremetió con ira. Disección de la palabra olvidada y con arrojó vilipendió la huida. Los arrobos que había mostrado en sano juicio eran la carta cabal de un hombre de buena fe al que nadie comprendió por haber vivido en época equivocada. Donde los épicos epicúreos no tenían el derecho de disfrute y el uso de sus sentidos se utilizaban para trabajar forzosamente. En una labor mal remunerada, poco agradecida y sufrida en los límites de la sicología. Como un dique al que asimilar los nervios cerebrales que supuraran la verdad existencial que empíricamente afloraba a cada ciclo vital. Los recodos del camino y las travesías marítimas eran ejemplos de futuro. Los acontecimientos se precipitaban como almanaque mutilado y los años se iban acumulando. La crecida de su horizonte era ausencia de su sangre.
Hay cosas que vosotros no sabéis. Hubo de enfrentarse a la enfermedad y a la muerte cuando el mundo denostaba su presencia por falsos celos. Egolatría innecesaria de los elementos que creemos imperecederos e indispensables. Conclusiones mitológicas acerca de las causas y los efectos. De secundarios argumentos su vida se iba poblando. Pero necesarios para evadirse y luchar contra lo que no veía pero si padecía.
Vosotros que ha brotado vida a vuestro alrededor, no sabéis la dureza extrema por la que pasó y por eso, jamás debieron enjuiciarlo y sentenciarlo los ignorantes de clase más alta ni los estultos de baja estofa porque jamás pudieron vivir lo que él padeció. Mientras las voces desaparecían de sus sentidos auditivos. Y el silencio era un cuchillo que hacia chirriar estribo y martillo. El tímpano era un eco sordo de su impotencia.
Donde irán las gaviotas tierra adentro, dijeron los que creyeron en los desenlaces fatales. Mientras, las aves rebuscaban la basura del estercolero de los que osaban y obligaban a realizar las elecciones del infundio y el desagravio sin necesidad de ello. De los faldones de cuentos burlescos y arrogancia en la petulancia de su engaño.
Y las venas se remarcaban en las manos como desniveles del terreno a medida que los años crecían. La epidermis era una sustancial variación de la historia marcada en los poros de la piel y en el palpito del corazón. Las líneas azules desaparecían de su dermis y la fragilidad de su contacto, la sutileza de una pluma sobre brisa contemplada. Los ojos eran cegados bajo nuevo desconsuelo. Y nadie supo jamás del despropósito de la visión ajena. Era tan duro que el yunque del herrero al contacto de la noticia quebraba en abrazo del amigo desconsolado. Algunos saciaron la presencia de la ayuda y se agolparon en frecuencia de llamada. Otros se apostaron en los brazos cruzados de la duda. Pero jamás quiso obviar el problema para enfrentarse con la mejor de sus sonrisas y con el mayor de sus dilemas.
No silenciaras el privilegio de la duda. Porque ese benefició del culpable es inherente a todo inocente. Los destinos del hombre son marcados con la anualidad de la consigna en mente de todos. La capacidad de supervivencia es grande, más que el Amazonas sostenido en la sentencia mortal del hombre destructivo. Germinarán las posibilidades mientras los ocasos se queden boquiabiertos. Porque a pesar de todas las diatribas e inquinas que quisieran distorsionar la lección de su historia, la capacidad que tuvo fue envidiada y altamente sorprendida por el común de los comunes. Otros hacían cábalas por los sucesos de sus funestas conclusiones.
Así pues, de vez en cuando, posibiliten la huida porque el peso ingrávido de lo que nos atormenta siempre nos acompaña. Y el pasado marca en el presente y futuro de las decisiones de la vida. Ya tengan como derecho la flor de la suerte en ojete de su ano o bien como pudiera ser, sean tipos como yo, que viven su canción, a veces afinadamente, las pocas. Otras, con el afinamiento de las circunstancias que vendrán, pudiendo ser propicias en su canto interruptus. Por ello, convengan a sus semejantes de la posibilidad de un aullido vital que, les distraída de sus quehaceres comunes y luchen por la mayor de sus utopías. Cerciórense de la catalogación de cada cual y desconfíen de los precipitados fanfarrones y los que carecen de humildad para pedir perdón.
El aullido que acompaña a la vejez nos da esperanza de que el trato futuro que les dispensemos sea más eficiente y cariñoso.
Y los niños comprendan la importancia de sus abuelos y padres. Porque un mañana no les dejen en olvido.
Día 59 11 de mayo de 2020
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Kerouac97@hotmail.com
Bonito y más que merecido homenaje a ese gran tesoro que son nuestros mayores.
ResponderEliminar¡Gracias, señor Jerry Lee!
Que bonita foto¡¡¡¡
ResponderEliminarCuidemos de nosotros para poder cuidar de los demás. Seamos responsables y humildes y sobre todo calzar nuestros pies con los zapatos de la persona que tenemos al lado y nos hará mejor ser humano. Un abrazo a nuestros mayores lleno de ternura y un beso grande para llenar su soledad. A seguir luchando!!!!
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