Coronavirus día 72
De distopia nocturna
La noche y su brisa me devuelve de la huida. He escapado de la realidad y salvado mi integridad en el decoro de mis intenciones. Ya que quiero ser libre. Aunque nunca podremos serlo como en el país del nunca jamás.
La noche dulce, sosiego de un intenso día me ha sorprendido en forma desagradable. Estaba paseando al perro cuando dos personas se han acercado a mi. Me han dado el alto identificándose como policía secreta. Me han asaltado con preguntas e incluso me han amenazado. Inquiriendo mis respuestas rápidas. Incluso, para evitar sospechas les dije la verdad, que vote nulo en mis últimas elecciones. Mi voto fue para Neruda y Jack kerouac. No les sentó demasiado bien mi respuesta. Solventé su animadversión gracias a Donna. Coartada estupenda para disipar sospechas. Con mi vestimenta, camiseta roja y pantalones azules, era evidente el misterio delator sobre mi figura. Quizás, mi semblanza de solitaria sombra entre la noche era sinónimo de culpable o al menos presunto. Con velada amenaza me dieron largas.
Cierta extrañeza causa dicho acto. Ahora que todos los periódicos son afectos al régimen y loan las bondades del programa, no entiendo a qué viene el alboroto nocturno por un simple numerario de la sociedad. En ningún medio leí semejante caso. Me preocupa que asalten al indefenso y coarten la libertad del no afecto. Vamos que actúen como una dictadura, sin epíteto y sin dogma, porque todas son iguales.
El otro día, escuché entre un grupúsculo (ilegal), a la hora del crepúsculo, que los servicios secretos andan organizando protestas callejeras con infiltrados en otros bandos para alentar e identificar a sospechosos reaccionarios. Incluso, se dice que, en las manifestaciones contrarias al poderoso, los policías guardando distancias de seguridad cargan contra los manifestantes. Obligándoles a abrazarse y a saludarse efusivamente. Cuentan también que obligan a besarse, con tornillo incluido. No vaya a ser que de no gastar el amor, no vayan a salir contagiados de cualquier tontería de virus. Menuda imbecilidad. Es que los tiempos no cambian. Tengo cierto respeto y miedo.
Y es que, el gobierno o desgobierno no da la cara. Como mucho plasma su discurso y lo borra al instante. No muestra sus caretos en la pantalla de televisión ni da ruedas de prensa. Es un excelso mutismo que no da lugar a equívoco. Porque ningún oyente sabe. Está prohibido reunirse y organizarse. La Libertad de prensa está en entredicho, a pesar de tanto titular disuelto en aguas cómplices. Es comprensible pues el miedo. Así van conculcando derechos para satisfacer egos y quebrar al país, parapetados en bulos que amedrentan al vil ciudadano insurrecto, para mantenerlo sumido en la sumisión y en la espera incierta de una nueva normalidad, en futuro tiempo no concreto, por avatares de normas cambiantes según rezuma el poso del envilecimiento y cautivo desdén de la primera idea peregrina.
Porque las plagas se multiplican: la de la langosta, la de ciertas enfermedades estacionales, la del cambio climático, la de la insolidaridad, la de la imbecilidad e incluso ataca una de locura. Vaya jerga la de estos tiempos, en los que la censura es no solo de partido sino de la de tu propio vecino. No vaya a ser que retorne la inquisición como en tiempos de la peste. Espero no sean oportunos y les de por sacarnos a pasear en plena noche. O nos lleven a interrogarnos amablemente, hasta conseguir que digamos lo contrario a lo que pensamos. No creo se acuerden del garrote vil, espero.
Lo que si me gustaría señalar, por si está nota cae en manos de los servicios secretos. Aunque se hayan seguido las políticas de países como Brasil, Italia, Estados Unidos o Gran Bretaña, y no haber seguido a la despreciada provincia. La lusitana de nuestro limítrofe territorio vecino. Menospreciada por su decadencia y vulgaridad. Indecorosa bajo el perfil peninsular, seguiré votando nulo en las próximas elecciones. Quizás, los candidatos esta vez sean Fidel Castro y Francisco Franco, buena pareja de piezas. Pero mantendré la elección de mis papeletas en secreto y con valor de nulo.
Un simple paseo nocturno en el que las sombras agudizan los sentidos y la mente volar, es la mejor distopia, después de haber visto una película de terrores políticos. Mitigaré mis extraños pensamientos con un buen bourbon y una lectura, con ventana abierta. Que la brisa evoque un aullido más real.
Día 72. 24 de mayo de 2020
Vaya historia, señor Jerry Lee, la que le sucedió anoche.
ResponderEliminarConfiemos en que la realidad social no esté tomando ese camino que sospecha.
Los aullidos pueden ser diferentes y es necesario escucharlos todos por el bien de la manada.
Gracias, un día más, por sus reflexiones y compañía.