Me he repartido en el espacio profundo de un minuto silencioso. Garantizado el secreto del método. Me he arrojado al abismo insondable de mi interior. Con solvencia aunque con temor embarcado en las corrientes ignotas del pensamiento. Donde la fuerza del fluido me arrastra al devenir de un demiurgo inesperado. La alquimia no es el oro que busco sino el tiempo que perdí comprenderlo. No caer en el mismo error para así ampliar la riqueza de los minutos que guardo en mi bolsillo. Ahora que los mercados bursátiles pierden todo lo que generaron especulando y engañando. Solo es rentable el tiempo otorgado. Y así me arrojo en el silencio de mi minuto. En las profundidades de su ocaso. Y de allí extraigo una duda, una respuesta, una ilusión y un desengaño. Menudo minuto el que he vivido.
En el silencio de la noche resuenan con alegría los cánticos de mi tierra. Y es ese recuerdo el que hace aflorar el sentimiento de la blanca navidad. Destellos y ráfagas de valores desgastados con el tiempo. Ajados por el desuso y el derrumbe de las buenas intenciones y los actos honestos, humildes consignas de una fe humana resquebrajada en los tiempos de fechas celebradas. Por ello sana es la intención del buen deseo. Que no sea quimera como fiebre de vil metal. Costumbre cabal y querida la de una ilusión sentida año tras año al privilegio de la amistad sostenida en la vida. Al compromiso vital de hallar la estima y la Salud en carta cabal y en la fortuna dichosa de agradecer y sentir la vida cada día. Porque como la Navidad sea una plegaria constante en el nuevo año que te contempla. Como diría el Papa Francisco: “No vivamos una fiesta falsa y comercial”. Complicado empeño aunque resuenen los cánticos de Mi Pueblo. Feliz Navidad. Alma y aullido. Ja...
El otro día tuve un minuto que fue mejor que toda una semana!!!!
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