Como en laberintos del ocaso la mente se pierde y hastía el pensamiento a pesar del deseo. Ella era reflujo de pesadumbre y sueños de establo estable. La manta sobre la cabeza y la madeja de lana sobre el nombre de el. Acostumbrada a los reveses de la luna con la cara misteriosa de su envés. Era hora de determinar el pretérito de sus labios. Era hora ya de yacer junto a un hombre bueno que borrase la determinación de sus equívocos. Era hora ya de tener su merecida tranquilidad que le ayudase a mitigar los traqueteos de la vida y olvidar los abismos cotidianos. Era hora ya de olvido y cara lavada. Aunque conservase su celo de hembra enfebrecida de halagos y de miradas de grados Celsius evaporadas en los sueños mojados de los hombres. En pulsiones de acometidas y abrazos desesperados. Era hora ya del amor cocinado a fuego lento. Conservar la esencia de sus besos y jugar con el destino a carta marcada. Fuera las fantasías y los órdagos a quemarropa. Era hora ya de sentirse la mujer de, la princesa prometida que llega a la costa sana y salva.
En el silencio de la noche resuenan con alegría los cánticos de mi tierra. Y es ese recuerdo el que hace aflorar el sentimiento de la blanca navidad. Destellos y ráfagas de valores desgastados con el tiempo. Ajados por el desuso y el derrumbe de las buenas intenciones y los actos honestos, humildes consignas de una fe humana resquebrajada en los tiempos de fechas celebradas. Por ello sana es la intención del buen deseo. Que no sea quimera como fiebre de vil metal. Costumbre cabal y querida la de una ilusión sentida año tras año al privilegio de la amistad sostenida en la vida. Al compromiso vital de hallar la estima y la Salud en carta cabal y en la fortuna dichosa de agradecer y sentir la vida cada día. Porque como la Navidad sea una plegaria constante en el nuevo año que te contempla. Como diría el Papa Francisco: “No vivamos una fiesta falsa y comercial”. Complicado empeño aunque resuenen los cánticos de Mi Pueblo. Feliz Navidad. Alma y aullido. Ja...
Señor Jerry Lee, bienvenido... ¡y gracias por deleitarnos con sus textos!
ResponderEliminarNo se vuelva a ausentar, le echábamos de menos.