Coronavirus 19
El insomnio ha crecido exponencialmente. Esta noche su porcentaje de éxito ha sido abrumador. Un ochenta por cierto, aproximadamente. He aprovechado para pasar calor, pensar, levantarme, pasear, leer, beber, elucubrar, jugar, miccionar e incluso escribir esta crónica.
Achaco yo esta situación a tres posibles causas. La primera de ellas que, todo ciudadano o patriota de bien debe pensar y pasar, la plausible preocupación o el pesar de lo vivido, con el consiguiente estrés síquico que pueda derivar. Aunque no seamos conscientes de ello. Pero, cierto trauma puede traumar. No sería la primera vez que, por causas inverosímiles y con falta de criterio, se achaque la tosquedad o la introversión o la necedad a un achaque en la temprana edad de la infancia, sin que sea ello motivo. Habiendo causa real como es el caso, de lo experimentado con la pandemia, nuevos trastornos serán recreados y confirmados.
Otra de las causas, que puede ser considerada también, es la decisión, tomada democráticamente en casa, sobre la rutina de ejercicio diario que nos correspondía en la tarde de ayer. Pensamos en los ejercicios hipopresivos, ya que no queríamos sudar, mejorando nuestra respiración y fortaleciendo el abdomen. Decisión creo, equivocada por la hora de la rutina deportiva. Hubiera sido conveniente realizarlos en la mañana. Ya que si pudiera ser un efecto secundario de mi actual estado.
Por último, otro de los considerandos que, pudiera ser tenido en cuenta, individual o colectivamente, la anécdota de la víspera. Al lado de mi casa, está la Residencia de Ancianos donde se encuentra mi tía. Así puedo atenderla mejor y estoy al cuidado de ella de una manera más efectiva y constante que si estuviera en lejanía. Allí muchos ancianos han sido dejados por sus familiares, por sus hijos de la mano De Dios, olvidados al amparo de la compañía y consuelo de desconocidos que, nada tenían que ver con su sangre. Luego reclamarán las pertenencias legales derivadas a pesar de tanta ausencia y desapego en vida. Otros tienen la dicha de seguir siendo visitados, obteniendo el cariño y la recompensa del abrazo. Suelo dar, cumpliendo el deber ciudadano paseos cortos con la mascota. Si antes hacia paseos fáciles de entre media a una hora y media. Ahora no exceden de más de diez minutos. Como en la receta, digerir en las comidas. Andaba yo por uno de los recorridos improvisados en las cercanías de la residencia, cuando un coche mortuorio se aproximaba a la entrada de garaje del hogar de los mayores. Un vuelco el corazón me dio. A sabiendas que mi tía estaba bien. Pero la mirada que nos cruzamos el conductor y yo me hizo estremecer. Acertando a decir unas palabras, ya que tenía la ventanilla de su puerta bajada, aprovechando la maniobra.
-: ¡ Ánimo!, mucha fuerza. Con voz entrecortada pero audible.
A lo que el conductor sorprendido, sin dejar de mirarme respondió.
-: Hombre! Muchas gracias.
Nos volvimos a despedir con las miradas y, en esos instantes, me emocioné. Caminé unos metros con las lágrimas en los ojos. Sin vergüenza, necesitaba sacar de dentro parte del dolor. Y no es malo llorar, porque como dice la canción, los hombres también lloran.
Conjugando los efectos del verbo en tal situación me encuentro. Tendré que echarme una siesta, ahora desterrada, para aguantar el día pero me temo el ciclo se repita en nocturno momento.
Espero no apaguen las luces antes de tiempo y las compañías de luz rebajen un tanto los justiprecios, porque será otro de los efectos secundarios sobrevenidos. Mientras tanto, que la luz del amanecer ilumine nuestro aullido poderoso y demos compañía al canto de un buen gallo menesteroso.
Día 19 31 de marzo de 2020
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Kerouac97@hotmail.com
Ánimo, señor Jerry Lee. Cuando el insomnio se presente, recuérdele todas las grandes cosas que hace incluso en días tan extraños como estos. Una de ellas, seguir preocupándose por sus allegados; otra, amenizar e inspirar el día de sus lectores.
ResponderEliminarCuídese, descanse y ¡gracias!
Ya somos dos letrado,y mira que se hacen eternas y silenciosas,las.putas noches,mejor no pensar coger un libro y esperar a que se cierren los ojos.
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